“Cuando el rey de Moab vio que estaba perdiendo la batalla… tomó a su hijo mayor… y lo sacrificó como una ofrenda… En consecuencia, hubo un gran enojo contra Israel y los israelitas se retiraron y regresaron a su tierra”, 2º Reyes 3:4-27 (NTV).
La nación de Moab le pagaba a Israel un impuesto anual, pero un día se rebeló y dejó de hacerlo. Joram unió fuerzas con el rey Josafat y con el rey de Edom y fueron a pelear contra los moabitas. Juntos ganaron la guerra. Sin embargo, de repente, algo insólito sucedió.
El rey de Moab tomó a su hijo primogénito y lo sacrificó a su dios Quemos haciendo que Israel abandonara la tierra. En medio de una batalla física tuvo lugar una intervención espiritual que cambió el panorama. La adoración ofrecida por el rey de Moab inclinó el resultado de la batalla a su favor.
Solo la intervención de un ser espiritual podría explicar el abandono de Israel. Humanamente hablando era imposible que perdiera la guerra. Y aunque iba ganando, no afianzó su conquista sino que retrocedió y regresó sin el botín y sin la gloria. En definitiva, no ganaron porque el rey de Moab incluyó a su dios en la batalla. El trono de las tinieblas se sostiene mediante la adoración de sus seguidores. A medida que aumenta el sacrificio aumenta el poder. No es lo mismo ofrecer un animal que ofrecer un niño. El fruto de la tierra tiene un valor mínimo en el culto a los demonios. Sigue la sangre de animales y la sangre humana: niños, vírgenes, sacerdotes, sangre de primogénitos y, finalmente, sangre real.
El rey de Moab adoró a Satanás ofreciendo lo más precioso que tenía: su hijo primogénito, el heredero al trono. Los mismos israelitas siguieron ese mal ejemplo y “sacrificaron a sus propios hijos… a los demonios”, Salmo 106:37 (NTV). Esta degradación comenzó con Salomón quién “…adoró a Moloc… y construyó un lugar para adorar a Quemós…”, 1º Reyes 11:5-7 (PDT).
Una vez abierta la puerta a la idolatría fue muy difícil cerrarla. Ni siquiera los reyes ‘buenos’ como Josías pudieron erradicarla completamente, ya que Ezequiel que comenzó a profetizar 16 años después de su muerte menciona que el sacrificio de niños seguía existiendo.
El sacrificio de niños está vigente hoy en día y se realiza por medio del aborto. Los niños se entregan a la destrucción a cambio de ciertos ‘beneficios’: estudiar, trabajar, progresar o simplemente disfrutar sin asumir obligaciones como la crianza de un hijo o los compromisos de su manutención.
¡Los ídolos pueden cambiar de nombres pero el destinatario de la adoración sigue siendo el mismo diablo! Por supuesto que las personas no tienen la intención manifiesta de adorar al diablo, pero eso es lo que hacen. Y no solo eso, sino que según el apóstol Pablo tienen comunión con los demonios sin saberlo: “No se puede beber de la copa en la Cena del Señor y sentarse después en la mesa de Satanás. No se puede comer pan de la mesa del Señor y de la mesa de Satanás”, 1ª Corintios 10:21 (NT BAD). El hecho de que no sepamos que adoramos a los demonios no nos exime delante de Dios de la responsabilidad que conlleva.
El sacrificio de niños es una afrenta a nuestro Dios. “No ofrezcas a ningún hijo tuyo como sacrificio a Moloc. Eso es faltarle el respeto al nombre de tu Dios…”, Levítico 18:21 (PDT). En la versión Dios Habla Hoy dice: “No ofendas así el nombre de tu Dios” y en la Traducción en Lenguaje Actual: “No me insulten de esa manera”.
La ideología de género y el aborto son pecados muy graves: “Ya no puedo recibir sus cultos con agrado, pues ustedes se han relacionado con esos ídolos odiosos… siguen presentando a sus hijos como ofrendas quemadas en honor de sus ídolos malolientes. ¿Y todavía esperan que yo les dé mensajes cuando vienen a consultarme? Pues les juro que no les daré ninguna respuesta…”, Ezequiel 20:30-31 (TLA). “Ellas me fueron infieles, pues adoraron a sus ídolos malolientes. Además, son unas asesinas, pues presentaron a nuestros hijos como ofrenda a esos ídolos…”, Ezequiel 23:37 (TLA).
Joram, Josafat y el rey de Edom fallaron pasmosamente. No supieron cómo involucrar a Dios en la batalla. Confiaron hasta el último minuto en su poderío y habilidades militares. ¿Y cuál fue el resultado? Regresaron a casa con las manos vacías, sin botín y sin gloria.
El principio del fin para Israel llegó cuando Moab incluyó a su dios en la guerra. ¿No podría Israel haber hecho lo mismo? ¿No podría haber incluido a Dios en escena? ¡Claro que sí! Pero ellos no supieron como pelear una batalla espiritual. Eran hábiles estrategas militares, pero inexpertos en intervenciones espirituales.
Cuando la batalla es espiritual los recursos que deben utilizarse también deben ser espirituales. Pablo dijo: “Nunca me valgo de planes ni métodos humanos para ganar mis batallas. Para destruir las fortalezas del mal, no empleo armas humanas, sino las invencibles armas del todopoderoso Dios…”, 2ª Corintios 10:3-4 (NT BAD).
El ‘modus operandi’ de esta potestad llamada ideología de género es la intimidación. El mal avanza porque los hijos de Dios no hacen nada. El mundo tiene demasiada influencia en la iglesia porque la iglesia ha dejado de ser una influencia en el mundo. Los creyentes estamos paralizados de miedo y callamos. El lema del enemigo es: “lo que no se menciona no existe”.
Bajo promesas de represalias los docentes cristianos temen y los líderes ya no predicamos acerca de todo el diseño de Dios. ¡Imagínate si los primeros creyentes hubieran hecho caso de las leyes anti Dios! ¡Ninguno de nosotros sería cristiano!
Imagínate si cada uno de nosotros en el lugar que Dios nos puso siguiéramos el ejemplo de aquellos primeros cristianos y levantáramos la voz para oponernos a esta malvada concepción ideológica que atenta contra nuestros valores y principios cristianos. Hagámoslo aunque seamos perseguidos, denostados y ridiculizados.
Iglesia. Estamos siendo probados. Nuestro gran Dios nos observa. ¿Cómo reaccionaremos frente a esta filosofía de muerte que se ha levantado para arruinar el plan de Dios en nuestras familias?
Continúa en el artículo: El infierno y la ideología de género – Parte II
Extraído del libro “Ideología de género”