Hay personas que suelen referirse a los parientes de su cónyuge como “tu familia” y a los propios como “mi familia”. Lo cierto es que cuando una pareja contrae matrimonio forma una nueva familia y ésta debería ser la prioridad para ambos.
Las siguientes consideraciones y preguntas te ayudarán a relacionarte sanamente con los parientes:
Si quieres evitar confrontaciones establece límites desde el principio. Eso sí, sé conciliador: “Dios bendice a los que procuran la paz…”, Mateo 5:9 (NTV). Evita los comentarios ásperos y las críticas hacia tus suegros porque también estarás lastimando a tu pareja; más bien, hónralos. Si tienes algo que decir, hazlo, de lo contrario guarda silencio. “Recuerda dónde debe estar la lealtad una vez que te cases: con tu cónyuge. No siempre podrás complacer a tu pareja y a tus padres al mismo tiempo, así que apoya a tu cónyuge y permanece unido a él en la postura que ambos adopten. También es bueno que no te tomes las cosas tan a pecho. Nadie tiene la familia perfecta, así que dales a tus parientes la posibilidad de ser como son”, Dele y Susan Mathis.
Charles Swindoll dice que la palabra hebrea que aquí se traduce “dejar” implícitamente significa “abandonar”. Pero atención. No es un llamado a que el hombre y la mujer le falten el respeto a sus padres: “Respeta a tu papá y a tu mamá… Así te irá bien en todo y tendrás una larga vida en la tierra”, Efesios 6:2-3 (PDT). La palabra “abandonar” encierra dos ideas. En primer lugar, significa que cambian su lealtad primaria. En tanto que se continúa dando honor y amando a los padres, la esposa y el esposo están primero. En segundo lugar “abandonar” a la familia de origen se relaciona con la independencia. El hombre y la mujer ya no miran a mamá y a papá para que suplan sus necesidades; más bien empiezan a mirarse el uno al otro. Esto no implica que la pareja no deba aceptar ayuda. Pero la única manera de tener una familia verdaderamente autónoma y que se sostenga a sí misma, es que el hombre y la mujer se separen de sus familias de origen.
En el matrimonio surgen problemas cuando uno o ambos cónyuges no logran independizarse de su familia de origen. Si uno de los dos sigue conectado física, emocional o financieramente a ellos, se afectará negativamente la relación. No estamos en contra de que los padres ayuden económicamente a un matrimonio en sus comienzos, pero tiene que quedar en claro que eso no les da derecho a tomar decisiones en la nueva familia.
En la resolución de los conflictos debes recordar: “Haz a los demás todo lo que quieras que te hagan a ti…”, Mateo 7:12 (NTV).
Recuerda que tú amas a la misma persona que aman tus suegros. “No puedes elegir a tus suegros, entonces, lo mejor será aceptarlos y respetarlos debido a que fueron los que trajeron al mundo a tu futuro cónyuge y lo criaron”.17 Hay que ser humildes y escuchar cada consejo. La Biblia dice que debemos honrarlos; es decir, respetarlos, amarlos y tenerlos en alta consideración. Nunca hables descuidadamente de ellos: “Al que se atreva a maldecir al papá o la mamá se le apagará la lámpara en medio de la más terrible oscuridad”, Proverbios 20:20 (PDT).
Honrarlos no significa que tengas que obedecerlos. Desde el casamiento tienes una nueva responsabilidad. Sería un error que sometieras tus sentimientos, deseos, preferencias y necesidades al deseo de tus padres o suegros. Sería un error también que permitieras que te falten el respeto, controlen o manipulen para lograr sus propios sueños. Si se necesita confrontar o informar a los padres lo tiene que hacer el propio hijo o hija, no el yerno ni la nuera. Cada integrante de la relación necesita saber que estarán protegidos por el otro aunque estén en desacuerdo y aunque los suegros sean entrometidos. “Dejar y unirse es difícil, pero puede lograrse. El amor y el respeto que se comunican el uno al otro cuando valoran su matrimonio por encima de la relación con sus padres son esenciales”, Sandra Lundbreg.