Nº30 // Vitaminas para la autoestima II

Un joven acudió a un sabio en busca de ayuda.
– Maestro, me siento poca cosa… Me dicen que no sirvo y que no hago nada bien. ¿Qué puedo hacer para que las personas me valoren más? El maestro, le contestó:
– Debo resolver primero mis problemas. Si colaboras conmigo, yo podría solucionar esta situación con más rapidez y después, tal vez, te pueda ayudar.

– Con mucho gusto – respondió el joven.
El maestro se quitó el anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y, dándoselo al muchacho, agregó:
– Toma el caballo y cabalga hasta el mercado. Tengo una deuda muy grande y debo vender este anillo para pagarla. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó al mercado más cercano, empezó a ofrecerlo a los comerciantes. Éstos lo miraban con algún interés hasta que el joven decía lo que pretendía por él. Cuando el joven mencionaba que quería una moneda de oro, algunos se reían; otros meneaban la cabeza, hasta que alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a todas las personas en el mercado y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.
– Maestro, lo siento. No es posible obtener lo que me pidió. Quizás podría conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que pueda engañar a nadie respecto del precio del anillo.
– ¡Qué importante lo que dijiste! – contestó sonriente el maestro. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y ve al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Pregúntale cuánto te da por él. No importa lo que te ofrezca, no se lo vendas, vuelve aquí con el anillo.
El joyero examinó el anillo a la luz de candil, lo miró con su lupa, lo pesó y le dijo:
– Dile al maestro que, si lo quiere vender ya, no puedo darle más que cincuenta y ocho monedas de oro. Si me lo dejara un tiempo podríamos obtener hasta setenta monedas de oro. El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
– Siéntate, dijo el maestro después de escucharlo. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y, como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Valórate. Quiérete. Ámate. Haz las paces con la vida. Aprende a resaltar los aspectos positivos que posees. Concéntrate en tus fortalezas. Saca provecho de tus puntos fuertes. Muestra tu mejor cara. Sonríe. ¡Vamos! Eres una hijo/a de Dios comprada por el precio de la vida de Jesús. Si Dios cree que vales tanto, ¿por qué aceptas que cualquiera diga lo contrario?

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