Nº24 // Cuando Cupido ataca por detrás

He aquí algunas razones por las que una persona podría cruzar el umbral de la santidad y quedar ‘enganchada’ en una relación amorosa con alguien que no es su pareja:

– Vacío emocional

Cuanto más distanciada esté una pareja, mayor será el riesgo de comenzar una infidelidad emocional y sexual. El distanciamiento no necesariamente será físico; el emocional es mucho más peligroso. Los vacíos afectivos, las carencias amorosas y la falta de apego a la pareja pueden dar lugar a una nueva e intensa relación fuera del matrimonio. Si estás atravesando esta etapa, en vez de autojustificarte por las pequeñas licencias que te estás dando, levanta tu mirada al cielo, busca el sentido de significación, valía y realización en una experiencia espiritual vital. Busca la presencia de Dios hasta que la encuentres, huye de toda fuente de tentación y haz de tu vida un altar de consagración. ¡Jamás te arrepentirás de hacer lo correcto!

– Problemas con la autoestima

Muchas personas se aventuran en una relación prohibida buscando mimar su autoestima. Ante la mínima propuesta de aceptación y afecto se entregan en brazos ajenos. Esto sucede más con las mujeres que con los hombres. Una mujer vaciada de afecto encontrará rápidamente un lisonjero y adulador que le diga lo que desea oír. Ella necesita aceptación y él, antes de tocar su cuerpo, acaricia su alma. Ella da sexo, él da cariño. Ella recibe romanticismo, él recibe placer. Entrega el cuerpo a cambio de palabras dulces y afecto. Cuando una persona aprende a valorarse a sí misma, se vacuna contra la infidelidad; se respeta a sí misma al punto de no entregarse a cualquier oportunista que pase ofreciendo un poco de aprobación. En cambio, las personas que mendigan afecto están expuestas a la seducción de cualquier Don Juan que ande por allí. El halago las hipnotiza y, tarde o temprano, ceden a la tentación de sentirse conquistadas.

Mejora tu autoestima, aprecia tus dones y talentos, sirve a Dios, busca metas a las cuales abocarte con pasión y, por encima de todo, deja que Dios mismo sea quien te mime. Él tiene las palabras más tiernas que satisfarán tu alma. Su amor hacia ti es entrañable. Él es el amor ideal y quien te cuida como su precioso tesoro. Tu espiritualidad, no tu religión, marcará la diferencia en tu batalla por la integridad sexual.

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