Los límites morales se están corriendo cada vez más hacia un mundo de sensualidad y erotismo que no respeta edad ni desarrollo y que, por supuesto, no se preocupa de las consecuencias sociales que pueda generar. A continuación, algunas mentiras de la industria pornográfica y sus nefastas consecuencias:
Mentira 1. Mirar películas ‘subidas de tono’ es una ‘travesura inocente’.
Hay quienes afirman que la pornografía es simplemente una ‘válvula de escape’, una forma agradable de disipar los impulsos sexuales, un derecho personal privado que no daña. Si bien es cierto que muchas personas luego de la repetición de las mismas imágenes pierden el interés, otras, caerán en el terreno de las adicciones sexuales.
Mentira 2. Mirar pornografía agrega una chispa de pasión al matrimonio.
Muy por el contrario, el consumo de pornografía a menudo roba espontaneidad y agrega problemas. Este tipo de películas muestra a mujeres, casi siempre jóvenes, que realizan cualquier tipo de práctica en cualquier clase de situación o lugar y con cualquier número de compañeros. Los hombres terminan pretendiendo que sus esposas se parezcan en algo a las actrices fogosas y desinhibidas que ven en dichas películas. Además, el mirar pornografía despierta fantasías por nuevos comportamientos y, cuando el cónyuge es reticente a participar, es agredido/a; enojos, insultos y amenazas surgen con frecuencia.
Mentira 3. Los hombres van directo al grano… ¡y a las mujeres les gusta!
La pornografía no considera los sentimientos de las personas. No valora el amor, la dulzura o el romance. Nunca se ven besos, caricias, ternura y afecto. No existen mujeres con celulitis ni estrías producto de un embarazo o el paso de los años. Al contrario, lo único que se ve es genitalidad en personas jóvenes, desinhibidas y aparentemente felices. El cine ‘porno’ nunca muestra el tiempo que tardan los actores en excitarse para la ‘función’, por lo que las personas creen que en la vida las cosas funcionan así. Sin embargo, la importancia del tiempo previo y del amor romántico es totalmente indispensable no sólo para que la mujer no experimente dolor durante o después de la penetración, sino también para el propio hombre, pues mejora el placer durante el orgasmo.
En definitiva, la pornografía es, por sobre todas las cosas, una gran mentira. Todo lo que ofrece es un estimulante sexual, por lo que además de ser una gran mentira es una forma reducida y empobrecida de la sexualidad. Pero lo que es peor, va dejando imágenes acumuladas en el cerebro que llevan a rememorar lo visto y creer que eso puede ocurrir en algún momento de la vida. Como consecuencia surge la frustración por lo cotidiano, el deseo por experiencias similares a las vistas y la pérdida de tabúes sexuales en un mar de lascivia y excitación.