Una vida de intimidad con Dios

Una vida de intimidad con Dios

“La serpiente… le preguntó a la mujer: “¿De veras Dios les dijo que no deben comer del fruto de ninguno de los árboles del huerto?”. “Claro que podemos comer… ”, contestó la mujer. “Es sólo del fruto del árbol que está en medio del huerto del que no se nos permite comer. Dios dijo: “No deben comerlo…; si lo hacen, morirán’”. “¡No morirán!”, respondió la serpiente, Génesis 3:1-4 (NTV).

 

El diablo esperó el momento en que Eva estuviera a solas para charlar con ella. Eligió cuidadosamente las palabras para sembrar dudas en su corazón. Su verdadera intención era alejarla de Dios. Y lo logró. Al comer del fruto prohibido Adán y Eva murieron espiritualmente, y Dios hizo a la serpiente responsable de esa muerte: “El diablo ha sido un asesino desde el principio”, Juan 8:44 (DHH).

El diablo mató la amistad que Adán y Eva tenían con Dios. Por eso las personas que provocan a otras a pecar operan bajo un principio satánico y son tan responsables delante de Dios como aquel que peca. No colaboremos con los intereses del infierno. Renunciemos a ser instrumentos en las manos de Satanás, incitando a otros a pecar.

El diablo, al igual que con Eva se meterá en tu casa, si es que no lo hizo ya, y te hablará como lo hizo con ella. Tratará de convencerte de que puedes ser tu propio ‘dios’. Te dirá que puedes consumir pornografía o tener relaciones sexuales con quien quieras. Te dirá que todo el mundo lo hace y que no tienes por qué perderte todas esas emociones.

Si no logra convencerte para que te reveles contra Dios y sus mandamientos, entonces te dirá que hagas lo que hagas tu relación con Dios no se afectará. Te convencerá de que Dios es bueno y terminará olvidando tu pecado. Su más vil engaño es convencerte de que una vida vivida en desobediencia es mejor que aquella vivida en obediencia. No dejes que el diablo te persuada, te instigue y finalmente te seduzca para que vivas sin Dios. Por favor no subestimes el poder que tiene la desobediencia. La Biblia dice que “la paga que deja el pecado es la muerte”, Romanos 6:23 (NTV). ¡El pecado mata nuestra vida espiritual y aleja a Dios de nuestras vidas! ¿Por qué le creemos a la serpiente y no le creemos al Señor? El diablo es un mentiroso; en cambio, Dios no miente.

Observa con atención. La serpiente no le habló a Eva mal de su esposo sino de Dios. Romper matrimonios, arruinar familias y acabar con ministerios es algo secundario para el diablo. Él sabe muy bien que si logra poner una cuña en nuestra relación con Dios todo lo demás sufrirá. Después que Adán y Eva pecaron la debacle fue cuestión de tiempo. Al descuidar la relación con Dios todo se vino abajo. Perdieron el hogar, la familia, el ministerio y el trabajo. Y no solo ellos sufrieron. La desgracia pasó de generación en generación. ¡El pecado tiene un efecto destructivo y también expansivo! La raíz de todas las desgracias está en alejarse de Dios.

Si te has alejado recuerda: ¡no puedes salir del pozo si primero no resucitas la relación con Dios!

El diablo es el gran instigador al pecado. Siembra nuestro corazón de cizaña esperando debilitar la relación que tenemos con el Señor.

David dijo: “Una sola cosa le pido al SEÑOR, y es lo único que persigo: habitar en la casa del SEÑOR todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del SEÑOR…”, Salmo 27:4 (NVI). Cuando la prioridad de David fue Dios, él, su familia y su nación vivieron la época más esplendorosa.

La forma en que tratamos a Dios es la forma en la que Él nos tratará a nosotros. No olvides que Dios va adonde lo invitan pero solo se queda donde lo respetan.

¿Recuerdas los diez leprosos sanados por Jesús en Lucas 17:11-19? ¿Por qué solo uno regresó? ¿Por gratitud? Imagina a los otros nueve leprosos. Ninguno va a mofarse del hombre que los liberó de sus miserias, todos debieron sentir profunda gratitud. Solo que estaban tan ansiosos por ver a sus familiares y regresar a sus casas que no dispusieron del tiempo necesario para encontrarse con Jesús. Ellos antepusieron sus propios intereses a los de Dios. Sus familias, negocios y amigos estaban primero. Al igual que para ellos nuestros intereses suelen estar aquí abajo en lo terrenal y pasajero; casi nunca Dios suele ser la prioridad de nuestra vida.

Imagina si Jesús hubiera hecho lo mismo. ¿Qué hubiera pasado si descuidaba su relación con el Padre? Gracias a que Él nunca se desconectó del cielo toda la humanidad tiene la oportunidad de canjear su destino eterno de condenación por uno de salvación. Jesús vivió una vida de intimidad con el Padre y nos legó su ejemplo. Nosotros también lograremos esa meta si tomamos la decisión primero y perseveramos después en hacer de Dios la máxima prioridad de nuestra vida. No postergues al Señor. Haz ahora mismo un alto en tu jornada para orar y buscar con total sinceridad su presencia. No antepongas tus propios intereses. ¡Resucita tu vida espiritual! De tu decisión depende tu futuro.

Proverbios 6:4 dice: “No postergues el asunto, ¡hazlo enseguida! No descanses hasta haberlo realizado”. NTV