Qué enseñar en PRIMEROS AÑOS – Parte I

El primer año

Es necesario conocer que todo varón, desde antes de nacer hasta que es muy viejito, experimenta erecciones involuntarias o reflejas. Esto se ha comprobado mediante imágenes ecográficas en la panza de la mamá.

Durante el primer tiempo de vida, las erecciones reflejas, en algunas ocasiones, se producen cuando la mamá cambia los pañales o roza la piel del bebé con la ropa; también en el momento en que está dándole el pecho. Este tipo de erecciones son absolutamente normales e independientes de todo lo erótico.

En otras palabras, el bebé no decide ni tenerlas ni cuándo tenerlas. Esas erecciones tienen por finalidad mantener en buen estado el funcionamiento genital a lo largo de toda la vida.

No existe ninguna posibilidad de un despertar erótico o de una respuesta sexual. Los padres deben reaccionar con absoluta tranquilidad y naturalidad, para que el bebé perciba la aceptación relativa a su cuerpo y a sus expresiones.

Meses después del nacimiento, apenas el bebé ejerza cierta coordinación de movimientos, tocará cada parte de su cuerpito, incluidos los genitales. Es un proceso de reconocimiento absolutamente normal.

Entre los cuatro y los seis meses, cada vez que se toca distintas partes del cuerpo, suele sonreír.

Durante todo ese primer año, el niño percibe el mundo que le rodea por medio de los sentidos, es decir, mimos, caricias y expresiones de ternura. La lactancia, el baño, la alimentación, etc., son algunas de las maneras en que se instrumenta el vínculo y se facilita la incorporación de nuevos aprendizajes. Por ello se recomienda que, cuando se atiende al bebé, se lo mire a los ojos, sonriéndole, colocándolo cerca del cuerpo tibio de la madre o del padre. Esta forma de proceder otorga confianza, la virtud básica de esta etapa.

El co-lecho o dormir en una misma cama con el niño, no debería darse más que por algunas horas en el primer mes después del parto. Bajo ningún pretexto se debe dormir en una misma cama. Algunas madres, cuyos esposos viajan o trabajan de noche, para evitar levantarse, traen a sus hijos a su propia cama. Esta conducta es desaconsejable porque interfiere con la adquisición de la autonomía del niño.

Dormir en el mismo cuarto, lo cual es muy frecuente, debe evitarse a toda costa. No solo impide la intimidad de los padres, sino que los niños están dormidos pero no muertos. Conservan intactos sus sentidos y muchos, en la adultez, revelan remembranzas de sus padres haciendo el amor. Algunos se acuerdan con naturalidad, otros con verdadera aversión. Por amor al futuro de ellos, debemos impedir que duerman en la misma habitación.

 

De los dos a los cinco años

Durante este tiempo de vida ocurren cambios significativos que todo padre debe conocer. El bebé, absolutamente indefenso, irá cambiando para formar parte de la cultura en la cual nació. En todos los aspectos, incorporará saberes.

El aprendizaje de todo lo nuevo se dará por dos mecanismos: uno es la manera ordinaria; y otro, por medio de la improntación. El primero es el método convencional, se basa en recompensas y castigos: como las notas de la escuela, el premio por una competencia, etc. La improntación es algo muy diferente; tiene que ver con experiencias que, aunque pueden durar algunos minutos, provocan una reacción profunda. Muchos estudiosos dicen que estas experiencias determinan mucho de lo que luego elegimos como gustos. Se relaciona con la forma de buscar y sentir amor, entre otros aspectos. El motivo por el cual compartimos este concepto es para que los padres puedan cuidar sus actitudes, así como la compañía de quienes rodean a sus hijos.

La idea de improntación surgió con el Dr. Joaquín Lorenz. Este científico hizo un experimento con patitos a quienes crió en una incubadora y, cuando nacieron, él se puso delante de ellos y, agachado, imitaba a la pata madre. Los patitos lo reconocieron como su “mamá” y no iban con ninguna pata. Solo lo seguían a él. El tiempo pasó y los patitos, aun viendo otras ‘familias de patitos con su mamá pata’, solo aceptaron al Dr. Lorenz. A esta identificación intensa que hicieron los animalitos se denominó “improntación”. En otras palabras, la improntación es una especie da marca profunda, como una fijación, una señal o una estampa.

Años después de esta investigación, se comprobó que los humanos estaban expuestos a experiencias que pueden tener el mismo valor. Muchas de las improntaciones se dan en la infancia, como en los patitos recién nacidos.

Una forma sencilla de verificar este postulado es observar a los niños. Mamá y papá notarán que el bebé toma ‘afecto’ especial a algún objeto; puede ser la manta de la cuna, una almohadita, un juguete, la mamadera, etc. Están apegados a dicho elemento, lo quieren de manera especial. Algo parecido ocurre con los alimentos o con el idioma que se adquiere desde el nacimiento. Aunque una persona aprenda varios idiomas a lo largo de su vida, para expresar los sentimientos más profundos, emplea el idioma materno, es decir, el que aprendió en los primeros años de vida. Se habla de que quedó ‘marcado’ o improntado por el idioma de la casa de origen.

La improntación es un proceso normal y necesario en el desarrollo en todas las áreas. El único problema es que algunas experiencias traumáticas pueden tener un impacto negativo si actúan con el valor de una improntación.

La improntación también explica el porqué, aunque no justifica de ningún modo las conductas aberrantes o perversas.

Como verá, la improntación es muy importante. De ahí que el trato dulce y protector influya positivamente sobre la vida de sus hijos.

La improntación no constituye una sentencia porque puede ser modificada por medio de la enseñanza. Ésa es una buena noticia en caso de que usted tenga miedo de que algo vivido por sus hijos los condicione para mal. No tenga temor, ni se ponga a pensar de manera negativa.

Actúe con amor y comprensión y asuma que, con la ayuda de Dios, todo saldrá bien.

 

Continúa en Qué enseñar en PRIMEROS AÑOS – Parte II

 

 

 

Extraído del libro “Niños con futuro”