Libres de la culpa

Sucedió en Paraguay. De todas las personas que concurrieron, y fueron muchas, él fue el primero en acercarse después de nuestra conferencia. Venció los mandatos culturales, atravesó la barrera de la vergüenza y decidido comenzó a hablar. “Soy pastor, esposo y padre de una preciosa nena. Nunca le conté a nadie lo que voy a confesar. Ni siquiera mi esposa lo sabe. Fui iniciado en el mundo del sexo cuando era apenas un niño. Una vecina me llevó por juegos sexuales que despertaron precozmente en mi algo que no puedo explicar. Después de eso abusé repetidas veces de una niña del barrio en el que vivíamos. La nena habló, me denunciaron y yo negué todo. Era un niño. Ahora que soy adulto estoy profundamente arrepentido. Sabe Dios la infinidad de veces que lloré pidiéndole perdón, pero aún me siento sucio; estoy lleno de sentimientos de culpabilidad. Jamás olvidé lo sucedido. Actualmente estoy en una intensa búsqueda de Dios, quiero alcanzar la libertad de mi alma, pero necesito ayuda; no puedo vivir más con esta profunda carga en mi corazón”.

Todo lo relacionado con lo sexual toca las fibras más íntimas del ser. El abuso sexual infantil tiene facetas muy diversas: desde la ira a la vergüenza, desde el deseo de venganza hasta la autoflagelación. La culpa que genera, el odio que despierta y los recuerdos evocados de las experiencias vividas no ayudan a sanar el alma.

En su niñez, muchas víctimas de abuso repiten los mismos actos con otros menores y eso no los deja vivir. Si este es tu caso, queremos llevarte esperanza. El que hayas hecho lo mismo que otros hicieron contigo cuando todavía no podías comprender lo que te sucedía, no te convierte en abusador. Distinta sería la historia si quien fue abusado, ya siendo adulto, se hubiera transformado en abusador. Las personas adultas saben qué está bien y qué está mal. Jamás se puede justificar un abuso perpetrado hacia un menor, ni siquiera diciendo que uno fue abusado, porque en vez de abusar puede buscar ayuda. Pero eso no se aplica cuando quien perpetra un abuso es un niño que está siendo abusado. Si este es tu caso, hoy es tiempo para cerrar esa herida.

Detrás de un pasado de dolor siempre existe una batalla espiritual. El diablo buscará destruir tu futuro recordándote tus errores.

Debes hacer las paces con el pasado. No tienes control sobre lo ocurrido. Sí, es cierto, fuiste dañado y dañaste a otros, pero si la culpa que sientes se la entregas al Señor y arrepentido te vuelves a Él, la buena noticia es que Dios te perdona. Él sabe lo que viviste. Él no tiene nada contra ti. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”, Romanos 8:1.

La Biblia dice que la sangre de Jesucristo su hijo nos limpia de TODO pecado, 1ª Juan 1:9. Cuando Dios perdona, Dios olvida, Hebreos 10:17. Es decir, después del arrepentimiento y la confesión Dios hace borrón y cuenta nueva. No obstante, el diablo buscará que te sientas condenado y lleno de culpa. Todos los pecados son vergonzosos, pero debes saber que Dios no trae a la memoria las cosas malas que hiciste. Eso hace el diablo, que buscará que te amargues y vivas lamentándote. Si Dios no te condena, no te condenes a ti mismo. ¡Cree en Dios!

Todavía no has llegado a la meta, estás en el proceso de santificación. No abandones porque todavía no llegaste a ser todo lo que Dios quiere que seas. Hay algo más para ti y, para alcanzarlo, debes soltar la culpa que te provoca tu pasado.

La culpabilidad y la condenación no te ayudan a mejorar; no rindes mejor sintiéndote culpable.

¿Estás obsesionado con el recuerdo de algún pecado cometido muchos años atrás? ¿Vives con el temor creciente de que alguien descubra tu pasado? ¿Procuras servir más a Dios para atemperar la culpa? ¿Tratas de demostrarle a Dios lo arrepentido que estás haciendo buenas obras?

Jerry Bridges dijo acerca de la culpabilidad y la conciencia: “Hay dos tribunales con los que debemos tratar: el tribunal de Dios en los cielos y el tribunal de la conciencia en nuestras almas. Cuando confiamos en Cristo por primera vez para salvación, el tribunal de Dios queda satisfecho para siempre. Nunca más volverá a producirse una acusación de culpabilidad contra nosotros en los cielos. Nuestra conciencia, sin embargo, nos declara culpables continuamente. Esa es la función de la conciencia; por tanto, debemos por la fe poner el veredicto de la conciencia en consonancia con el veredicto de los cielos. Lo hacemos al estar de acuerdo con nuestra conciencia acerca de nuestra culpabilidad, pero entonces le recordamos que nuestra culpabilidad ya ha sido llevada por Cristo”.6

Nada puedes hacer respecto a tu pasado, pero mucho en relación a tu futuro. Recibir la misericordia de Dios y seguir adelante queda ilustrado en la siguiente historia. Tres hombres llevaban dos bolsas cada uno; una adelante, hacia su pecho; otra detrás, en su espalda. Un extranjero preguntó al primer caballero qué había en las bolsas. El hombre respondió: “La bolsa que llevo en la espalda está llena de todas las cosas buenas que me han sucedido y, en la bolsa que llevo adelante tengo todas las cosas malas que me han ocurrido”. El extranjero pensó: “Este hombre se enfoca constantemente en las cosas malas que ha vivido y ni siquiera puede ver las buenas que lleva en su espalda”. Luego, le hizo la misma pregunta al segundo caballero y recibió la respuesta contraria: “La bolsa que llevo atrás está llena de todas las cosas malas y, la que llevo adelante, está repleta de las cosas buenas que he vivido”. El extranjero pensó: “Al menos puede ver lo bueno y no centrarse en lo negativo. Pero ambas bolsas atiborradas de cosas lo agotan y hacen que su paso sea lento y pesado”.

Finalmente, aquel extranjero formuló la misma pregunta al tercer hombre. Entonces éste respondió: “En la bolsa que llevo en mi pecho he colocado todos mis logros y victorias y, la bolsa que llevo en mi espalda está vacía”. “¿Por qué está vacía?”, inquirió. El hombre contestó: “Puse todos mis errores, fracasos, culpas y vergüenzas, luego hice un agujero en el fondo para perder esas cosas por el camino. De ese modo, lo bueno que veo a cada instante me da ánimo para seguir y, la bolsa vacía de atrás es como una vela al viento que me lleva más rápido a mi destino, impulsándome con fuerza hacia adelante”.

¿Dónde llevas tus recuerdos malos? ¿Tienes en tu mente una colección detallada de lo que has hecho mal? ¿No sería bueno que perdieras esas cosas en el camino de la vida? ¿Qué te impide recibir el perdón de Dios? Imita al tercer hombre de la historia. Suelta lo malo en la presencia del Señor, aférrate a lo bueno que Dios constantemente te regala y sigue adelante con el único fin de agradarle. ¡Con Cristo será posible!

 

Extraído del libro “Especialista en Restauración