“Una aventura extramatrimonial es una gran manera de hacer naufragar un matrimonio, no hay duda en cuanto a eso”, Dave Currie.
No existe nada que la infidelidad no destruya. La infidelidad lastima relaciones, desintegra familias, aborta futuros, destroza sueños y menoscaba patrimonios. En otras palabras, con la infidelidad todos pierden.
David, aquel hombre de quien Dios dijo: “Varón conforme a mi corazón” (Hechos 13:22), supo de la peor manera que las consecuencias de una infidelidad son drásticas y permanentes. Seguramente si hubiera podido retroceder el tiempo, David no hubiera elegido acostarse con Betsabé. Aunque tenía un harén, él se obsesionó con la mujer de otro hombre. Finalmente, concretó su deseo y ella quedó embarazada. Para ocultar su adulterio y la traición hacia uno de sus hombres de confianza (el propio marido de aquella mujer) ordenó que lo trajeran de la guerra para que durmiera con su esposa y endilgarle ese hijo producto de su pasión, pero éste se negó. Entonces, David lo envió con una carta en sus manos por medio de la cual el rey pedía al general del ejército que ponga a este hombre en el frente de batalla, en lo más recio de la lucha y que lo deje solo para que los enemigos lo maten. Usó al portador de la carta, un valeroso y leal hombre, para concretar su premeditado homicidio. Usó su poder y las armas del enemigo para ocultar su funesto designio.
Pasó un tiempo y, sin que existiera alguien para acusarlo, David tomó por esposa a Betsabé. Esto permaneció oculto a los ojos de todos, menos a los de Dios. El Señor de toda gloria no esconde el pecado con un poco de religión ni cambia la justicia por el favoritismo. Aunque David era muy amado, Dios no participó de la impunidad, la mentira o la corrupción. Es más, envió al profeta Natán para amonestarlo y sentenciar esta acción como la causa de muchos males en la propia familia del rey: “No se apartará jamás de tu casa la espada”, 2º Samuel 12:10; y agregó: “El hijo que te ha nacido ciertamente morirá”, versículo 14.
David jamás imaginó que por esta acción secreta caería un juicio tan severo. La sentencia de Dios se cumplió totalmente. Se mantuvo en el tiempo y fue causa de incontables sufrimientos para el rey. El niño nacido de la relación adúltera murió. Absalón, uno de los hijos de David, mató a su hermano Amnón, el primogénito (2º Samuel 13) como represalia por la violación hacia su hermana Tamar. Después de un tiempo, Absalón, lleno de enojo contra su padre, quiso usurparle el trono (2º Samuel 15) y fue asesinado por uno de los generales del ejército de David. Las consecuencias de aquella infidelidad tonta fueron dolorosas y permanentes. Violación, incesto, homicidio, rebelión fueron algunas de las tantas cosechas tristes de aquella pasión momentánea.
En medio de ese caos familiar, con todas las implicancias sociales que arrostraba al tratarse de la casa real, aparece un elemento que destaca por su singularidad.
A pesar del ‘tsunami moral’ que arruinó la familia real, Dios bendice a David con el nacimiento de Salomón, el siguiente y único hijo que tendría con Betsabé. A este niño el profeta Natán lo llamará ‘Jedidías’ de parte de Dios, que significa ‘amado del Señor’.
El pastor Daniel García se pregunta: “¿Cómo se puede comprender esto? ¿Cómo lo explicamos? Él había adulterado, había mandado a matar al marido y convertido a otros en cómplices necesarios de su mal obrar. Dios lo castiga con la muerte del hijo que había nacido de esa unión aun después de haberse arrepentido, y le dice que la espada no se apartará de su casa; sin embargo, está bendiciendo este matrimonio. Bendice a este hijo que luego sería el sucesor de David en el trono, y no solo eso, sino que el Señor le puso por nombre Jedidías, amado del Señor”.25
Dios tiene facetas que siempre emocionan. No es un religioso rígido ni un moralista con ánimo de execrar a cuantos equivoquen sus pasos. Allí, cuando no quedan esperanzas para un buen futuro, en el justo momento que la vida queda atravesada por el dolor de lo que no puede ser cambiado, Dios aparece en escena expresando misericordia y compasión. No troca justicia por cariño, pero otorga renuevo en medio del juicio y ternura en medio del sufrimiento. Dios no busca que quien sea juzgado termine sus días en la mazmorra, él quiere que ese a quien ama y en quien no puede dejar pasar semejante maldad, pueda ver que más allá de la justicia siempre hay lugar para la misericordia y la restauración.
Las evidencias de la misericordia y la restauración de Dios apabullan.
El profeta Natán, quién amonestó de parte de Dios al rey David, podría haberle pedido que rompiera con el matrimonio, ya que había surgido de manera ilícita. Pero no lo hace. ¿El arrepentimiento genuino del rey habrá tenido algo que ver en la decisión de Dios? No podemos contestar por Dios.
¿La situación de adulterio de David cesó con su arrepentimiento? ¿La bendición de Dios sobre el nuevo matrimonio y su hijo Salomón fue un premio? Claro que no. Dios no podría bendecir a David por haber matado a Urías. De hecho no conmutó el juicio. Todo el mal que se desató por el adulterio y el homicidio siguió su curso. Dios no se retractó de la sentencia dada. Nunca.
Pero frente al dolor que representaría la desintegración de su familia le da un giro inesperado a la trama del relato. ¿Habrá representado esta misericordia un trato tierno hacia Betsabé? Ella fue abusada, dejada en la viudez, privada de su primer hijo por la muerte. Demasiadas pérdidas para una joven. Siempre se observa el relato bíblico a la luz de lo que significó para David, ¿acaso Betsabé no sufrió mucho más? El hecho de que los personajes centrales, desde la óptica cultural, sean masculinos no soslaya el valor que Dios da a cada vida, independientemente de su sexo, su condición social o nivel cultural. Dios no hace acepción de personas.
Pensar que Dios observa el cuadro completo es alentador y aleccionador.
En el caso de David, Betsabé y Salomón, Dios quiso bendecirlos porque Él es bueno y punto.
“No todos los casos se resuelven de la misma manera. No estamos dando nada por resuelto. Los creyentes deben afrontar las consecuencias de sus actos con mucha responsabilidad y con mucho temor de Dios, dejando que la cabeza se enfríe, el corazón se aquiete y las rodillas se doblen”.26
Quizás estés viviendo del lado de la víctima una traición por el adulterio. Quizás fuiste quien traicionó. Seguramente habrá consecuencias, pero no es tu fin. Lo bueno puede surgir, lo imposible de pensar en términos de bondad y buenas noticias llegarán a tu vida, como llegaron a la vida de Betsabé y David.
De lo malo que hayas vivido pueden surgir cosas sorprendentes, si permites que Dios exprese su misericordia. Esto no es permiso para obrar mal, pero sí para desafiar nuestra forma rígida de pensar y nuestra tendencia interna de centrarnos solo en el aspecto negativo de cada situación.
Más allá de lo que hayas vivido, existen esperanzas porque Dios está presente.
Exprésale tu situación al Señor. No maquilles la verdad con palabras bonitas, términos religiosos o frases estridentes. Dios quiere ministrar a tu corazón. Cuéntale tu sentir, pide su perdón. Acude con humildad al que tiene el poder y la autoridad para modificar el mundo y todo lo creado. Deja que su misericordia te alcance. Él quiere hacerlo, él quiere bendecirte. ¿Puedes aceptarlo?
Extraído del libro “Lágrimas que sanan”