Nº9 // Lo que cada padre debiera saber

Los padres se preguntan: “¿si damos información excesiva y despertamos la curiosidad por cosas para las que todavía nuestros hijos no tienen edad?”A modo general, sugerimos que contestes lo que le preguntan; no retacees la información, pero no seas excesivamente detallista con elementos que pueden resultar confusos o mal interpretados. A continuación algunos principios rectores para enseñar sexualidad a los niños:

1. Se “preguntable”.
Los padres que sienten recelos hacia lo sexual y temor de hablar, ‘llamativamente’, tienen hijos que ‘nunca’ preguntan. Por ende, ‘nunca’ se encuentran los momentos en los que se puede dialogar o enseñar.
Ten en mente que la educaciónn es un proceso gradual que se prolonga a lo largo de los años. No puedes enseñar a tus hijos todo en la vida con una sola charla. No aprenden a ir al baño, comer o hablar con una sola vez que les indiquemos cómo hacerlo.

2. Aborda el tema con naturalidad. No lo magnifiques ni lo niegues.
En los primeros años de vida de tus hijos, las intervenciones deben ser preventivas, sin ser alarmistas. Se debe educar acerca del cuidado del cuerpo y de la integridad sexual sin infundir miedos que limiten la vida o cercenen la libertad.

3. Responde con la verdad.
Sé concreto. Evita irte por las ramas o recitar un sermón. Contesta lo que preguntan. Cuando tu hijo se ‘desconecta’ y deja de prestar atención, es el momento de terminar con el discurso.

4. Introduce a Dios en escena.
Puedes enseñarles muchas cosas, pero no obligarlos a aprender. Podrás guiarlos, pero no responsabilizarte por lo que ellos hagan. Podrá¡s instruirlos en cuanto a lo bueno y lo malo, pero no decidir por ellos. Podrás darles amor, pero no obligarlos a que lo acepten. Podrás aconsejarlos sobre las buenas amistades, pero no escogérselas. Podrás amonestarlos en cuanto al pecado, pero no hacerlos personas morales. Podrás hablarles de Jesús, pero no podrás hacer que Jesús sea su Señor. Podrás educarlos acerca del sexo, pero no mantenerlos puros. Finalmente, podrás explicarles cómo vivir, pero no podrás darles vida eterna. Por eso, ora, bendice a tus hijos y has a Dios participe en la tarea de crianza. ¡Dios hará lo que no puedes hacer!

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