“Dios muestra su ira castigando desde el cielo a toda la gente… que… mantiene prisionera la verdad”, Romanos 1:18 (DHH). ¿Quiénes son los únicos que podrían mantener prisionera la verdad? Los que la conocen, es decir, los cristianos: “conocen la verdad pero la ocultan…”, Romanos 1:18 (PDT).
Pablo fue muy categórico cuando dijo que existe castigo para quienes ocultan la verdad. La verdad no es un concepto sino una persona. Jesús dijo: “Yo soy… la verdad…”, Juan 14:6. Y luego agregó: “Conocerán la Verdad y la Verdad los libertará”, Juan 8:32 (NT BAD). Veamos a continuación cómo y quiénes pueden mantener cautiva la verdad:
- Los padres. Dios espera que los padres respondan no solo a las necesidades físicas de sus hijos sino también a las espirituales. El gobierno ha estado cada vez más activo en la educación moral y espiritual de los niños debido a la displicencia manifiesta de los padres.
David era un rey tremendamente ocupado, sin embargo tomaba muy en serio la responsabilidad de instruir a Salomón en los caminos del Señor: “Y tú, Salomón, hijo mío, aprende a conocer íntimamente al Dios de tus antepasados. Adóralo y sírvelo de todo corazón y con una mente dispuesta… Si lo buscas, lo encontrarás; pero si te apartas de él, te rechazará para siempre”, 1º Crónicas 28:9 (NTV).
¿Y qué decir de la madre y la abuela de Timoteo quiénes le enseñaron la Palabra desde que era niño? “Desde la niñez, se te han enseñado las sagradas Escrituras, las cuales te han dado la sabiduría para recibir la salvación que viene por confiar en Cristo Jesús”, 2ª Timoteo 3:15 (NTV).
Habría que poner en tela de juicio el cristianismo de aquellos padres que no se molestan en hacer que sus hijos conozcan y sirvan al Señor. ¿Qué le dirán a Dios en el día del juicio? ¿Qué no tuvieron tiempo? ¿Realmente alguien cree que se eximirá de esta responsabilidad simplemente porque diga que le faltó tiempo? O dirán: “Señor, aquí están mis hijitos. Los eduqué como caballeros y los dejé ricos”. ¡Qué ridículo testimonio trabajar tanto por aquello que se enmohece y nada por el conocimiento de Dios que dura eternamente!
Si descuidamos la formación espiritual de nuestros hijos fracasamos de tres maneras:
- Le fallamos a nuestros hijos. La fe no crece si no se la siembra y muere si donde se la plantó no se la riega y abona con la Palabra de Dios. ¡La mejor temporada para sembrar la fe es en la niñez!
- Nos fallamos a nosotros mismos. El hijo es responsable de su pecado, pero también lo son sus padres si nunca le enseñaron a obedecer a Dios. La negligencia de los padres en educar y corregir es muchas veces la fuente de la rebeldía de sus propios hijos. ¿Puede haber mayor congoja en esta vida que ver a nuestros propios hijos corriendo a toda velocidad hacia el infierno, sabiendo que hemos sido nosotros mismos los que financiamos el viaje? ¡Haz lo mejor que puedas para ganar a tus hijos para Dios y ponerlos en el camino al cielo!
- Le fallamos a Dios. ¿Qué padre le roba a su propio hijo en su propia casa? Pero esto es lo que hacen los padres cuando descuidan la formación espiritual porque guardan en sus bolsillos el talento de oro que Dios quiere que le entreguen a sus hijos.
¡Padres, no mantengan prisionera la verdad! Dios los ha llamado para proteger a sus hijos de la educación inmoral que el diablo promociona y que el gobierno financia en los colegios públicos y privados.
Educar a los hijos en el camino del Señor no es una sugerencia casual, sino un mandamiento solemne. La falta de obediencia a este mandamiento traerá una amarga recompensa, tanto en esta tierra como cuando se presenten ante el Rey en el gran día del Juicio.
- Los pastores y líderes. Cuando los líderes espirituales mantienen prisionera la verdad colaboran con el diablo financiando los intereses del infierno. Dios espera que los líderes alimenten el rebaño que Dios les ha confiado: “¡Qué aflicción les espera a ustedes, pastores, que se alimentan a sí mismos en lugar de alimentar a sus rebaños! ¿Acaso los pastores no deben alimentar a sus ovejas? Ustedes… dejan que sus rebaños pasen hambre… Por lo tanto… ahora me declaro enemigo de esos pastores y los haré responsables de lo que le sucedió a mi rebaño. Les quitaré el derecho de alimentar al rebaño y no dejaré que sigan alimentándose a sí mismos…”, Ezequiel 34:2-10 (NTV).
Si el pueblo no quiere alimentarse cuando sus líderes le ofrecen pan será su pecado pero, ¡ay de aquellos pastores si la gente hambrienta no encuentra pan en la casa del pan! “¡Qué aflicción les espera a los líderes de mi pueblo —los pastores de mis ovejas— porque han destruido y esparcido precisamente a las ovejas que debían cuidar!”… ahora, yo derramaré juicio sobre ustedes… y nombraré pastores responsables… ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!”, Jeremías 23:1-4 (NTV).
Nuestro desafío es ser pastores conforme al corazón de Dios: “Les daré pastores conforme a mi propio corazón, que los guiarán con conocimiento y entendimiento”, Jeremías 3:15 (NTV). La pregunta que nos cabe es: ¿cómo cuidaremos las ovejas del Señor? El inspirado apóstol Pedro nos da la respuesta: “Pastoreen el rebaño… velando por él… como quiere Dios…”, 1ª Pedro 5:2 (NBLH).
¿No fue eso precisamente lo que hizo Jesús para cuidar a sus discípulos? “Mientras yo estaba con ellos… velé por ellos; ninguno de ellos se perdió…”, Juan 17:12 (Castillian). La palabra velar incluye todas las disciplinas espirituales. Jesús cuidó a sus discípulos orando, ayunando, llevando a sus discípulos a la sinagoga y compartiendo tiempos de retiro con ellos, entre otras cosas. Y nosotros deberíamos hacer lo mismo. ¿Con cuánta frecuencia los pastores y líderes ayunan y hacen vigilias de oración por las ovejas del Señor? La razón fundamental por la que un líder o pastor esconde la verdad es por temor.
José de Arimatea y Nicodemo fueron líderes influyentes que conocían la verdad pero la escondieron por temor: “José… era seguidor de Jesús, pero no se lo había dicho a nadie porque tenía miedo… también Nicodemo…”, Juan 19:38-39 (TLA). “Hubo muchos que sí creyeron en él, entre ellos, algunos líderes judíos; pero no lo admitían por temor a que… los expulsaran de la sinagoga; porque amaban más la aprobación humana que la aprobación de Dios”, Juan 12:42-43 (NTV).
¿Eres un creyente a escondidas? ¿Te ocultas de tus amigos y compañeros de trabajo? Nadie es más egoísta que aquel que guarda lo que Dios le dio para compartir. Jesús dijo: “Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo”, Mateo 5:16 (NVI). Pablo expresó: “Brillen como luces radiantes en un mundo lleno de gente perversa y corrupta”, Filipenses 2:15 (NTV).
Otra razón por la que un líder podría cerrar el camino a la verdad es por su propia ignorancia. “Honren a Cristo como Señor, y estén siempre dispuestos a explicarle a la gente por qué ustedes confían en Cristo y en sus promesas”, 1ª Pedro 3:15 (BLS).
El conocimiento de Dios y de sus planes es fundamental para el trabajo pastoral: “Así como ustedes, sacerdotes, se niegan a conocerme, yo me niego a reconocerlos como mis sacerdotes. Ya que olvidaron las leyes de su Dios, me olvidaré de bendecir a sus hijos”, Oseas 4:6 (NTV).
Nada puede compensar el descuido espiritual de un líder en su relación con Dios. Podría tener muchas cualidades, ser humilde, paciente y compasivo pero si no se ejercita en el lugar secreto y no tiene la habilidad de usar bien la Palabra de verdad no será de mucho provecho. No podemos arruinar la vida de los demás siendo perezosos en las disciplinas espirituales, especialmente en la oración y el estudio de las Escrituras.
El título de este artículo reza: La iglesia y la ideología de género. ¿Sabes por qué? Porque la iglesia financia los propósitos del infierno cuando esconde la verdad de Dios. En lugar de aceptar que se legitime la educación en los colegios con conductas anticristianas deberíamos denunciar la maldad, tal como lo hacemos en la campaña Todos contra el abuso infantil, visibilizando el flagelo del abuso.
¿Cómo permitir que en nombre de la diversidad tengamos que aceptar la pedofilia? ¿Sabías del violador que alega ser un niño atrapado en el cuerpo de un adulto? El violador dice que es un niño y se nos obliga a aceptarlo. El estado ha caído en su propia trampa. No puede juzgarlo porque ha dicho y enseñando que la sexualidad está determinada por la autopercepción que tenga el individuo de sí mismo. En lugar de cuidarnos encerrando al violador el Estado nos impone el deber de aceptar la pedofilia. Hasta qué punto hemos llegado que lo único que nos queda es cruzar los dedos para que la próxima víctima no sea uno de nuestros hijos.
Cuando los padres no asumen el rol formativo en la vida de sus hijos, cuando los pastores y líderes miran a un lado haciéndose los distraídos por temor a la repulsa pública y cuando los creyentes ocultan la luz que hay en ellos en lugar de darla a conocer financian los propósitos del infierno. No seamos cobardemente cómplices con nuestro silencio.
Te recomendamos ver la predicación de este artículo en el siguiente link:
https://www.youtube.com/watch?v=WZ8KMTrnfqo
Extraído del libro “Ideología de género”