No bajes la guardia

No renuncies

 

El roble es una especie arbórea que nos permite extraer numerosas enseñanzas. Por ejemplo, comienza a producir frutos después de los veinte años teniendo su pico máximo de producción entre los cincuenta y ochenta años de edad.

 

¿Qué hubiese pasado si quien plantó la semilla no la regaba pacientemente en sus primeras temporadas? Hubo que abonar, cuidar, podar y esperar a que los años dorados de la planta llegaran y aparecieran las bellotas, aun sabiendo el que la plantó que no cosecharía el fruto deseado, sino sus hijos o nietos.

 

Generalmente cuando alguien emprende una tarea espera que le reditúe los beneficios a ella misma; poco se piensa en relación a cincuenta u ochenta años más adelante. Si comienza una empresa espera que rápidamente lleguen las utilidades, si planta un árbol desea comer de su fruto. Sin embargo, las hijas de Dios debemos aprender a pensar en generaciones.

 

La Biblia dice: «El hombre (persona) de bien deja herencia a sus nietos», Proverbios 13:22a (NVI 1999). La palabra herencia representa legado, manto de bendición, sucesores, representación de sí mismo ante otros; no son propiedades, campos o industrias sino personas con el carácter necesario para progresar y avanzar en todas las áreas, especialmente la espiritual. La responsabilidad de un padre o una madre a la manera de Dios es criar a la siguiente generación como excelentes y poderosos hijos de Dios, y de ese modo, dejar la mejor herencia para sus nietos. Si cumpliéramos con nuestra función cuándo y cómo nos corresponde, la próxima generación sería más consagrada a Dios y más llena de Su Presencia; también más bendecida, más fructífera y más victoriosa.

 

 

Establece hijos valientes, seguros en Dios

 

El Salmo 127:4 dice: «Los hijos que nacen en la juventud son como flechas en manos de un guerrero», DHHe.

 

Piensa un momento, ¿qué pasaría si las flechas fueran colocadas en manos inexpertas? Probablemente se desperdiciarían, pero si las tomara un experto serían la razón del éxito.  Dios establece por medio de su Palabra que nuestros hijos serán para su gloria. Ellos representan el epicentro de las victorias venideras en el mundo espiritual y, desde ahí, se manifestarán al mundo tangible, material y visible.

 

Debes criar a tus hijos como campeones, pero para Dios; dispuestos a obedecerlo y amarlo por encima de cualquier otro camino, meta o amor. Debes mantener el convencimiento de que cada hijo/a nació con una misión y un destino específico. La vida solo trasciende en la medida que adquiere sentido. No esperes hasta que sea adulto para que formule la pregunta existencial: «¿para qué fui creado?». Aunque tú no sepas el propósito definido dale transcendencia en todo lo que haga y una seguridad personal y auténtica fundamentada en la soberanía de Dios. Este aspecto marcará un abismo de diferencia en las circunstancias diarias. ¿Cómo se hace? Valora cada avance, muéstrale que Dios le ha dado grandes capacidades. Cada vez que aparezca una necesidad puntual guíalo a buscar la respuesta en Dios. Toda tu atención debe estar puesta en llevarlo al conocimiento de Dios, a confiar en Él, a temer Su Nombre y honrar Su Presencia. Estos principios espirituales no se delegan en la iglesia sino que se aprenden en el hogar. ¡Tuya es la responsabilidad, pero también será la bendición de la cosecha!

 

Abre tu Biblia en el Salmo 127. Verás que en el contexto del mismo omite ‘llamativamente’ la prosperidad financiera; ¿por qué? Porque da por sentado que Dios proveerá para el hogar. Sin embargo, el autor remarca aspectos que ‘llamativamente’ hoy se soslayan de manera pasmosa. El Salmo destaca la importancia del acompañamiento a los hijos (lo cual no significa estar todo el tiempo sentada al lado, sino encaminarlos para que desarrollen aptitudes y actitudes que les sirvan en la vida, teniendo siempre como centro al Señor). El Salmo alienta a las madres a tener pericia en la instrucción que brindan y, compara a cada progenitor con un eximio guerrero que lanza hacia un futuro cierto a sus hijos –al ser sostenido por Dios– capacitados espiritualmente, con discernimiento y sabiduría para que se destaquen con habilidades, maestría y experticia.

 

La mayoría de las madres no ha recibido instrucción para cumplir semejante tarea. La buena noticia es que estás a tiempo, independientemente de la edad que tengan tus hijos. Puedes usar la sabiduría espiritual disponible para las hijas de Dios a fin de guiarlos, de hoy en adelante, a que superen exitosamente todas las adversidades. Equípalos con fortaleza espiritual y sana autoestima basada en lo que Dios dice de ellos. Sí, equípalos para que concreten sueños grandiosos como el Dios que adoran, que atraviesen toda dificultad y venzan cualquier oposición. ¡Hijos valientes, seguros en Dios!

 

Renuncia a toda forma de descalificación. En la vida, tus hijos encontrarán a personas que se reirán de sus sueños, los envidiarán y tratarán por todos los medios de impedir que concreten sus proyectos, pero lo asombroso es que la mayor descalificación que hace mella en la autoconfianza no viene desde afuera sino desde adentro. ¡Cuántas veces se oye a un padre o una madre regañar a su hijo descalificándolo, insultando o rebajando su autoestima! Tu objetivo debe ser primero creer y, luego fortalecer, las potencialidades de tus hijos y «elevarlos» para que crezcan seguros de que con Dios harán proezas.

 

Tal vez pienses, ¿se puede lograr eso? Absolutamente sí. Es posible desarrollar una fe vital y poderosa en los niños. Es más, ¡representa el deseo de Dios! Por esta razón está el mandamiento de que los padres contarán y repetirán a sus hijos, todo el tiempo, las maravillas que Dios hizo y está haciendo. Si prestas atención descubrirás una perla bíblica que debería desafiar a las madres que buscan la presencia del Señor. En Génesis dice que Dios compartió con sus enviados (ángeles) el hecho de que destruiría las ciudades de Sodoma y Gomorra, pero agrega: ¿cómo habría de ocultarle a Abraham este hecho futuro sabiendo que él instruirá a sus hijos en los caminos que agradan a Dios? Génesis 18:17-19: «Y Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer, habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de ser benditas en él todas las naciones de la tierra? Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él».

 

Dios está sumamente interesado en que guíes a tus hijos hacia Él, hacia Su Presencia. Dios promete visión del futuro. ¡Qué hermosa manera de vivir! ¡Imagínate! ¡Dios compartiendo en la intimidad cosas que nadie conoce! Con total seguridad se cumplirá la palabra de 1a Corintios 2:9: «Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman».

 

Deuteronomio 4:9 dice: «Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos«. Deuteronomio 6:6-7 expresa: «Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes…».

 

Este escrito vale para que priorices este aspecto y concienzudamente realices esta labor.

Si tu amor a Dios es genuino, con devoción santa y encendido con la llama del Espíritu, irremediablemente se volcará sobre tus hijos.

 

Extraído del libro “Madres que afirman, hijos que prosperan”