La regla de oro para vivir en pareja

La regla de oro para vivir en pareja

“… Por eso les digo que no se preocupen por la vida diaria, si tendrán suficiente alimento para comer o suficiente ropa para vestirse. Pues la vida es más que la comida, y el cuerpo es más que la ropa. Miren los cuervos. No plantan ni cosechan ni guardan comida en graneros, porque Dios los alimenta. ¡Y ustedes son para él mucho más valiosos que cualquier pájaro! ¿Acaso con todas sus preocupaciones pueden añadir un solo momento a su vida? Y, si por mucho preocuparse no se logra algo tan pequeño como eso, ¿de qué sirve preocuparse por cosas más grandes? Miren cómo crecen los lirios. No trabajan ni cosen su ropa; sin embargo, ni Salomón con toda su gloria se vistió tan hermoso como ellos. Y, si Dios cuida de manera tan maravillosa a las flores que hoy están y mañana se echan al fuego, tengan por seguro que cuidará de ustedes. ¿Por qué tienen tan poca fe? No se inquieten por lo que van a comer o lo que van a beber. No se preocupen por esas cosas. Esas cosas dominan el pensamiento de los incrédulos en todo el mundo, pero su Padre ya conoce sus necesidades. Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás, y él les dará todo lo que necesiten. Así que no se preocupe, pequeño rebaño. Pues al Padre le da mucha felicidad entregarles el reino”, Lucas 12:22-32 (NTV).

¿Observaste las frases remarcadas? Son siete. Siete son las veces que Jesús, en un pasaje tan corto, nos alienta a no preocuparnos. Alguien dijo que la preocupación es fe en el diablo. ¿Qué piensas?

El consejo bíblico es no preocuparnos porque la promesa es que Dios nos sustentará: “No se preocupen por esas cosas… él les dará todo lo que necesiten”, Lucas 12:29-31 (NTV).

Tanto Silvia como yo (escribe José Luis) hemos experimentado la fidelidad de Dios desde que nos casamos. Por aquel entonces yo trabajaba como obrero en una empresa llamada Celulosa. Estudiábamos en la Universidad. Solamente de ómnibus gastábamos un tercio de nuestro salario. El escaso sueldo debía alcanzarnos para pagar el alquiler de la casa, los gastos de alimentación, ropa, calzado y los estudios de ambos. Humanamente era imposible. Pero nuestra necesidad fue la oportunidad para experimentar los milagros de Dios. Él suplió de maneras asombrosas, inexplicables y sobrenaturales. Valga un ejemplo, en el patio de nuestra casa alquilada creció una planta de tomates que nadie había plantado. El tomate es 95% agua, por lo cual, si no se lo riega todos los días, muere. Debido a nuestras ocupaciones, ¡jamás regamos esa plantita! Y durante todo un verano nos dio tomates. Sin exagerar, todos los días nos proveía generosamente para nuestras necesidades. Los tomates crecían sobre el piso de cemento (algo increíble) porque la planta no tenía tutor y estaba desparramada en el patio. ¡Un tomate llegó a pesar 450 gramos! Nunca estaban picados por insectos o demasiado maduros; además, eran súper sabrosos.

Seis días por semana debía recorrer varios kilómetros en bicicleta para llegar al trabajo. Tan vieja era esa bicicleta que mis amigos bromeaban diciendo que la devolviera al museo. Las cubiertas estaban tan gastadas que se veía ‘el aire’ dentro de ellas. Gran parte del trayecto era tierra, escombros y piedras. Sin embargo, jamás se pinchó. Nunca tuve que gastar para arreglarla. Ha sido un milagro que esa bicicleta me llevara por tanto tiempo al trabajo.

Nuestra heladera siempre estaba vacía. Después de algunos años todavía conservaba el olor a nueva, ¡y claro, por la falta de uso! Sin embargo, jamás llegó la hora del almuerzo y pasamos hambre. Como en la casa de la viuda de Sarepta, alguna provisión aparecía. A veces eran solo tomates. Aprendimos a hacer muchas comidas con ese solo fruto. Pero Dios es nuestro testigo, nunca discutimos por dinero, ni cómo gastarlo (aunque no había muchas opciones) ni qué comprar.

Por favor, presta atención a lo siguiente: la falta de dinero en algún momento de la vida puede ser ‘provisión de Dios’. ¿Cómo es eso? Dios quiere que confiemos y dependamos de Él. A Él le interesa nuestra amistad e intimidad más que nuestra billetera. Dios tiene sus formas para atraer nuestra atención. ¿Recuerdas a Elías? Dios lo llevó a un arroyo y lo alimentó sobrenaturalmente trayéndole desayuno, almuerzo y cena. Pero un día el arroyo se secó. Posiblemente Elías se había acostumbrado a la provisión y, probablemente llegó a confiar más en el arroyo que en Dios.

La provisión siempre vendrá de Dios. A veces en forma sobrenatural como el maná que caía en el desierto; la carne que los cuervos le traían a Elías o la moneda que Pedro encontró en un pez para pagar los impuestos. Otras veces la provisión vendrá de una mano amiga, un familiar, un premio inesperado, etc.

Los israelitas degustaron el maná que caía del cielo durante cuarenta años. Luego comieron del fruto de su trabajo en la tierra prometida. ¿Era el maná la provisión de Dios y el trabajo en la tierra prometida no lo era? ¡Claro que no! Ambas formas de alimentación provenían de Dios, porque las dos fueron practicadas en obediencia, en diferentes etapas del viaje de la vida.

Elías fue sostenido sobrenaturalmente por un tiempo, después Dios le dijo que acudiera a una viuda muy necesitada y le pidiera directamente. Dios no actúa siempre de la misma manera. Él es creativo y ama la variedad. Dios proveyó para las necesidades de Pablo mediante el trabajo ‘secular’ de hacer tiendas, 1ª Tesalonicenses 2:9. En otras oportunidades vivió de ofrendas y dejó que personas adineradas como Lidia lo alimentaran. El mismo Jesús trabajó muchos años para suplir sus necesidades y, cuando comenzó su ministerio público, algunas mujeres con gran poder económico sostuvieron su ministerio, Lucas 8:3. Jesús confiaba en que su Padre supliría todo de forma soberana, pero también hizo peticiones directas. Cuando necesitó un medio de transporte para su entrada triunfal en Jerusalén, envió a sus discípulos a pedir prestado un asno. “Ciertamente, el único elemento común en los relatos bíblicos de provisión fue la obediencia a la voluntad de Dios. La clave para vivir con medios invisibles de apoyo es oír su voz y obedecer lo que Él pide hacer. Y cuídate de la trampa de esperar que Él te guíe siempre de la misma manera. Mantente flexible y abierto a su dirección. Pregunta al Señor qué pasos debes dar. A veces Él te puede indicar que informes a otros tus necesidades. Obedece. Otras veces puede mandarte guardar silencio y no dar a conocer tus necesidades a nadie sino a Él. O puede guiarte a hacer una inversión. Obedece. Puede también darte una oportunidad empresarial. Algo que produzcas y pueda beneficiarte económicamente. Pero tampoco descartes alternativas creativas, ni intentes que el Señor te provea de cierta manera que tú ya conoces. Todos los milagros de provisión de Dios comienzan oyendo el consejo de María en las bodas de Caná: – Haced todo lo que Él os diga”.2

¿Qué estás necesitando de Dios? ¿Cómo respondes frente a la situación? ¿Es tu crisis una oportunidad para crecer en la fe? Si como matrimonio están viviendo estrechez económica, pídanle a Dios la sabiduría para hacer lo correcto, tomar las decisiones más sabias y ajustar el presupuesto. Pero luego, una vez hechos los deberes, experimenten paz. Luchen en contra de la ansiedad. No discutan por dinero; al contrario, únanse en un solo propósito. Tomen decisiones juntos. Acérquense más. Apóyense, ocúpense pero no se preocupen. No sumen angustia a la crisis ni reproches al cónyuge. En vez de pelear entre ustedes peleen juntos frente a la situación adversa. Tal vez, como nosotros experimentamos de la vida matrimonial, la falta de dinero sea una bendición de Dios porque en ese camino se acercarán a Él, descubrirán sus tesoros, sus recursos, y lo que es mejor, su corazón.

Extraído del libro “Que tu matrimonio no se arrugue”