El poder de un niño. El profeta Isaías resalta el poderío de un niño. Comunica no solo lo que será cuando crezca sino que describe el futuro en tiempo presente; es decir, reconoce el potencial actual de ese niño. ¿Por qué? Porque el niño de hoy será el hombre del mañana, sin embargo seguirá siendo la misma persona. ¿En qué clase de ser humano quieres que se convierta tu hijo y tu hija? ¡No puedes retrasar la preparación porque el futuro llega antes de lo que imaginas!
Isaías 9:6-7 dice: «Nos ha nacido un niño, Dios nos ha dado un hijo: a ese niño se le ha dado el poder de gobernar; y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios invencible, Padre eterno, Príncipe de paz. Él se sentará en el trono de David, y reinará sobre todo el mundo y por siempre habrá paz. Su reino será invencible, y para siempre reinarán la justicia y el derecho. Esto lo hará el Dios todopoderoso por el gran amor que nos tiene», (TLA).
Si aprendemos a ver el futuro de nuestros hijos como sucesos cercanos no seremos escasos en darles palabras de fe, a la vez que estimularemos el crecimiento, la autonomía y el desarrollo de sus capacidades. ¡Esto es fe auténtica!
Cultivar amistades saludables. Una consecuencia habitual del abuso es la tendencia al aislamiento y al ostracismo que presentan las víctimas; se transforman en personitas taciturnas y poco optimistas que repelen el contacto con otros y evitan con distintas estrategias la proximidad, tanto física como emocional.
En una primera instancia, el entorno no abusivo (incluyendo a los padres) en un intento de protección mantienen a la víctima bajo su cuidado directo y constante, lo cual si bien es entendible en los días posteriores a la develación debemos evitar que se perpetúe en el tiempo porque interferirá en el normal desarrollo. Para la superación de cualquier trauma la adquisición progresiva de apertura y confianza hacia otras personas, fundamentalmente sus pares, debe ser un objetivo claro del entorno positivo. Con este fin, como madre deberás:
Ayudar a los demás. El sentimiento de indefensión que provoca el abuso se conoce con el nombre de indefensión aprendida. Se manifiesta a la hora de enfrentar desafíos. Cuando aparece una crisis la víctima no sabe cómo reaccionar; siente un desamparo descomunal y miedo hacia el futuro. Cree que nunca podrá controlar lo que le pasa o el resultado de las acciones que emprenda. Suele adoptar un rol pasivo y se muestra retraída. Vive en una prisión interior llena de culpa y vergüenza. Se siente ahogada y no logra confiar en quienes la rodean. Siempre abriga sospechas, temores de traición y malos pensamientos hacia los que se acercan. Ha perdido la capacidad de superación y de confianza en sí misma. Una de las maneras en que romperá el círculo vicioso de indefensión y pasividad es haciendo una buena acción por otro, ya sea un ser humano o un animalito. Superar el ‘nada puedo hacer’, ‘todo me sale mal’ o ‘haga lo que haga el resultado es igual’ por el ‘puedo ayudar’, ‘todo saldrá bien’ y ‘cambiaré la realidad’, es absolutamente posible. Las actividades en las que pueden sumarse los niños son variadas. Centros comunitarios, hospitales, consultorios pediátricos, orfanatos, cuidado de mascotas, etc., siempre acompañados por un adulto responsable. La ayuda social y la compasión hacia los demás otorgan vigor y salud. Compartir la fe en Cristo a quienes sufren aumenta el sentido de pertenencia a la fe y refuerza su autoestima. En la casa se le debe encomendar tareas sencillas, pero que representan un reto para su edad. En caso de que algo salga mal, minimizar el resultado. Felicitar todo avance y festejar cada logro.
Mantener una rutina en casa. La rutina puede parecer tediosa pero brinda una sensación de seguridad, tanto a los adultos como a los niños (sobre todo post trauma). Se define como rutina a las costumbres o hábitos adquiridos que permiten hacer algo de un modo determinado, casi sin pensar. Y en ello está la clave: como no hay que decidir no aparece el estrés asociado a la acción.
Rutina no significa siempre igual, todos los días, ni actividades aburridas a la misma hora, sino más bien hábitos saludables sostenidos en el tiempo. La rutina del lunes puede ser diferente a la de los martes, pero se mantendrá en el tiempo. Con espacios para jugar, divertirse y aprender, pero cuidando los tiempos de higiene, descanso y alimentación e intentando que estas actividades sean en el mismo rango horario, sin obsesionarse.
La rutina le permite al niño/a desarrollar destrezas y saber que está cumpliendo con las expectativas de sus padres. Aumenta su seguridad porque conoce el próximo paso y sabe qué esperar. Toda incertidumbre y temor se desvanece con una rutina flexible, en un ambiente armónico que permita las variaciones sin generar ansiedades o reprimendas. Dentro de la rutina diaria es aconsejable incluir «tareas» que se relacionan con la convivencia en el hogar, como arreglar los juguetes, ayudar a levantar los platos luego del almuerzo o cena, barrer la cocina, sacar la basura, etc., siempre acordes a la edad de los niños. Es una manera de que colaboren en el mantenimiento del orden y se responsabilicen por el funcionamiento hogareño.
Establecer límites claros que se mantendrán en el tiempo. Jaime Barylko en su libro Los padres y los límites enseña la importancia de establecer límites y respetar aquellos que han sido instaurados. Usa la analogía de un conductor en la oscuridad de la noche. Solo las líneas demarcatorias le brindan seguridad. Justamente los ‘límites’ lo liberan para viajar a mayor velocidad, a la vez que lo protegen. «Sin esas rayas a los costados, sin esos límites señalados, la gran libertad del camino era un caos de ceguera y miedo, incertidumbre y vacilación. Ahora es distinto. Faltaban esas rayas. Ahora están, y los límites, lejos de oprimir al viajante, lo liberan, lo protegen… ¿En qué consisten los límites? En eso, en delimitaciones del camino, en cercos protectores, en marcos contenedores y referenciales. No son un fin en sí, son un instrumento para realizar fines. Cuando ellos están uno puede actuar y elegir…».
Muchas madres creen que si acarician perpetuamente y consienten a sus hijos en todas las situaciones – aun sabiendo que están equivocados o adoptan conductas erradas – recibirán amor perpetuo pero, ¡no te confundas! Tu caricia surgida de tu comodidad y el no estar dispuesta a poner límites saludables se volverá en tu contra. Si en vez de pagar el precio para moldear el carácter de tus hijos prefieres la pasividad, la indolencia y la pereza que implica la caricia cómoda y la permisividad absoluta estarás destinando a tus hijos al fracaso. Cuando la autoridad no se ejerce en pro de la siguiente generación los logros se esfuman y la civilización se desvanece.
Enseñarles que son valiosos. La autoestima se construye por medio de las palabras, las actitudes y las acciones. Promover una cultura de bendición en el hogar es una manera sobrenatural de atraer el poder para prosperar en todas las áreas. Cada día, al despertar, coloca las manos sobre tus hijos y bendícelos con bendiciones de bien. Declara salud, sabiduría, inteligencia, fuerza, habilidad y poder para superar toda oposición. Declara que el cielo los ayudará y los ángeles los guardarán. Busca música de alabanza para niños que los motiven a confiar en Dios. Diles que Dios los ama y que serán campeones para el Señor.
Cada jornada llénala de la presencia de Dios para que ellos puedan fortalecerse espiritualmente a partir de la visión positiva y de fe vital que tiene su propia mamá. El desarrollo de su autoestima se produce en primera instancia a partir de tus creencias profundas. ¡No puedes darte licencias! ¡Busca el rostro de Dios para alinearte con sus proyectos! ¡Hoy es el tiempo!
Extraído del libro “Madres que afirman, hijos que prosperan”