“Jesús fue llevado al cielo y ahora está a la derecha de Dios. El Padre, según su promesa, le dio el Espíritu Santo. Jesús lo ha derramado sobre nosotros; eso es lo que ustedes ven y oyen ahora”, Hechos 2:33 (PDT).
Pedro fue el mensajero en el culto inaugural de la iglesia cristiana. Seguramente nosotros no lo hubiéramos elegido. Negó a Jesús abiertamente con juramentos y maldiciones, y lo abandonó cuando había prometido seguirlo hasta la muerte. Sencillamente carecía de autoridad moral para ser el predicador de semejante evento.
La portera del sumo sacerdote Anás, horas antes de la crucifixión de Jesús, le preguntó a Pedro si era uno de los discípulos del Nazareno y él contestó: “No lo soy”, Juan 18:17. Minutos después, mientras se calentaba, uno de los siervos insistió en que era uno de los seguidores de Jesús, a lo que Pedro respondió: “No conozco a este hombre”, Mateo 26:72. Finalmente, alguien lo reconoció y con juramentos dijo que no sabía quién era Jesús, Marcos 14:71.
Sin embargo, algunos días después, con total desparpajo le dijo a sus conciudadanos: “Ustedes lo ataron y lo entregaron a los romanos para que lo mataran”, Hechos 2:23 (TLA). Acusó a los judíos de asesinar a Jesús cuando él no había hecho nada para impedirlo. Más adelante en su discurso expresó: “Por tanto, sépalo bien todo Israel que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron…”, Hechos 2:36 (NVI). Al día siguiente, frente al pórtico de Salomón, volvió a insistir: “Ustedes entregaron a Jesús para que lo mataran”, Hechos 3:13 (PDT). En Hechos 3:14 dice: “Ustedes… rechazaron al Santo y Justo”, NVI.
Pedro no vivió con la cabeza gacha todo el tiempo. Superó su pasado de dolor porque permitió que Jesús lo restaurara. Debemos admitir que, en más o en menos, todos hicimos cosas que no estuvieron bien. Las frustraciones, los resentimientos y las decisiones equivocadas del pasado pueden condicionar tu presente abortando los propósitos de Dios. Sin embargo, debes saber que el poder de Dios para experimentar la restauración está disponible para todo aquel que lo necesite.
Pese a su traición, Pedro se convirtió en uno de los pilares fundamentales de la iglesia primitiva. La restauración que experimentó fue total, definitiva y muy rápida.
Veamos algunas características de la restauración:
- No existe restauración sin arrepentimiento. Algunos dicen: “el tiempo lo borra todo”; puede que sea cierto en algún sentido, menos respecto del pecado. El tiempo puede acallar la conciencia, pero nunca borrar la culpa.
El primer paso en el camino a la sanidad pasa por la estación del arrepentimiento. Pedro se arrepintió. ¿Cuándo? Cuando su mirada se encontró con la de Jesús. “Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: antes que el gallo cante, me negarás tres veces”, Lucas 22:61. Si después de haber pecado nuestros ojos se encuentran con la mirada de Jesús, el resultado será el arrepentimiento. Nadie queda incólume ante la mirada escrutadora del Señor. ¿Cómo te das cuenta que la mirada de alguien no se ha encontrado con la del Señor? Cuando esa persona justifica sus acciones equivocadas mediante excusas; cuando inculpa a otros y no asume su propia responsabilidad, cuando minimiza su pecado comparando su mal proceder con comportamientos más burdos y extremos; cuando eso ocurre, nada ocurre. Cuando eso sucede la restauración resulta imposible.
Muchos quieren ser usados por Dios para transformar la vida de otros, pero ellos mismos no quieren ni permiten ser transformados. Dios no dará su unción a personas que no se rinden enteramente a Él. A menos que seas transformado por el Espíritu, Él no te usará para transformar a otros. ¡Así de sencillo! Cash Luna, en su libro En honor al Espíritu Santo, comenta acerca de una iglesia que estaba en el proceso de decidir quién sería su pastor. Unos de los directivos, un hombre mayor, insistía en invitar a un joven que demostraba tener la unción sobre su vida y Dios lo acompañaba con señales y prodigios. Fue tal la insistencia que otro integrante de la comisión se enojó y dijo: “¿Por qué tiene que ser ese joven? Pareciera como si tuviera el monopolio del Espíritu Santo”, a lo que el anciano respondió: “Seguramente no, pero el Espíritu Santo sí tiene el monopolio del joven”.1 Jamás podrás tener el control del Espíritu Santo, pero procura ser una persona de quien el Espíritu Santo tenga el control.
- El tiempo de la restauración. La restauración de Pedro fue rápida. Jesús estuvo con los discípulos cuarenta días después de la resurrección. El día de la ascensión, cuando regresaron al aposento alto, Pedro sugirió que se eligiera a un hombre para ocupar la vacante dejada por Judas. Después de solamente cuarenta días desde la infame negación, Pedro ya estaba de pie nuevamente y su autoridad como líder fue reconocida por el resto de los apóstoles. Él sería el predicador en el día de Pentecostés y también ante el Sanedrín. No caben dudas de que Pedro había sido restaurado en su liderazgo. La restauración espiritual (no siempre la ministerial) suele ser simultánea al perdón que Dios concede después del arrepentimiento.
También es cierto que Pedro fue restaurado cuando aprobó el examen. Cuarenta días atrás había deshonrado a Jesús, negándolo vilmente. Ahora tenía una nueva oportunidad para vindicarse. Dios puso a Pedro detrás del pupitre nuevamente. Enfrentó la misma prueba, pero esta vez la aprobó. La única manera de superar el problema es rendir el examen nuevamente.
No existe un período definido para la restauración. Los cuarenta días no dependieron de haber cumplido el tiempo, sino de haber cambiado el carácter. A veces lleva más tiempo debido a nuestra obstinación. El Gran Maestro trata de crear en nosotros un estado de arrepentimiento que permita la rehabilitación. La formidable lección que se aprende caminando con Jesús es que, si no abandonamos, no podemos desaprobar.
Si te has equivocado no abandones la escuela, rinde el examen nuevamente. Persevera, no te des por vencido. El fracaso no es tu enemigo. A veces se aprende más de los errores que de los aciertos. No aprender del fracaso es mortal y esa clase de ignorancia es un enemigo del cual debes huir.
Si desapruebas el examen, eso no frustra a Dios. Él tiene todo el tiempo del mundo. Puede llevar un trecho más, pero a su debido tiempo, Él te llevará al mismo lugar para que puedas volver a rendir la misma prueba. Te será dada una nueva oportunidad para rendir el examen.
¿Necesitas restauración? Anímate. Su poder no tiene límites. Si Dios pudo restaurar a un hombre como Pedro, puede restaurarte a ti. Podrías estar sumido en la noche más oscura de tu vida; podrías encontrarte en la más gélida prisión de la desesperanza y, sin embargo, Dios podría estar armando la escena de tu reaparición y restaurarte al punto de partida sin que lo sepas todavía. Tu restauración está en camino. La inesperada e inexplicable segunda oportunidad brindada a Pedro también puede ser tuya.
- Los resultados de la restauración. “Por tanto, para que sean borrados sus pecados, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios”, Hechos 3:19 (NVI). Pedro vivía lo que predicaba. Cuando se arrepintió Dios lo perdonó, borró sus pecados y lo llenó de su Santa Unción. El resultado fue un hombre saturado de poder, capacitado para ejercer el ministerio que le había sido encomendado. Por eso Pedro pudo decir: “Jesús fue llevado al cielo y ahora está a la derecha de Dios. El Padre, según su promesa, le dio el Espíritu Santo. Jesús lo ha derramado sobre nosotros; eso es lo que ustedes ven y oyen ahora”, Hechos 2:33 (PDT).
El Padre le dio a Jesús el Espíritu Santo y Jesús nos lo dio a nosotros. ¿Por qué? Porque así lo quiso. La Biblia dice que Él nos desea. “¿Creen que la Escritura no tiene ningún significado? La Escritura dice: “El Espíritu que Dios nos dio nos ama celosamente”, Santiago 4:5 (PDT). La versión Reina Valera dice que ‘nos anhela celosamente’. Esta es la razón por la que creemos que Dios está más interesado en darnos la unción que nosotros en recibirla, ya que no velamos ni la buscamos por encima de todas las cosas. ¡Dios desea tu restauración, y con ella, derramar su unción!
Finalmente, una perla más: cuando algo es restaurado siempre crece, mejora y se multiplica, de manera que su condición final supera a su estado original. Dios restauró a Job y le dio el doble de lo que había perdido; lo bendijo más abundantemente en sus últimos días que en los primeros. Pedro fue mucho más influyente después de su restauración que antes de ella. Precisamente esto te pasará a ti. Lo que Dios hará por y a través tuyo será más grande de lo que alguna vez imaginaste, porque quien experimenta la gracia de la restauración fluye en la plenitud de Dios. ¡Él es el máximo especialista en restauración!
Extraído del libro “Especialista en Restauración”