Casarse con la idea de ser feliz y casarse esperando que el cónyuge ‘me haga feliz’, son dos cosas diametralmente opuestas.
La felicidad depende solamente de ti y de nadie más.
Tu cónyuge podrá contribuir a tu bienestar, pero esperar que él supla todas tus necesidades y te haga feliz, es meramente una ilusión.
No tengas expectativas irrealistas. Esperar que tu esposo lleve las medias sucias al lavadero, lave los platos después del desayuno y responda románticamente a todas tus necesidades emocionales; por su parte, esperar que tu esposa satisfaga todas tus fantasías eróticas, responda afirmativamente a tus insinuaciones sexuales y sea madre y esposa a la vez es, sencillamente, prepararse para vivir desilusionado.
En lugar de exigir y esperar que tu pareja responda a tus necesidades, toma tú la iniciativa para satisfacer las necesidades de ella.
Deja que el amor vuelva tu atención hacia tu cónyuge. ¡Inténtalo! Te sorprenderás de los resultados positivos que obtendrás, no solo porque dar es mejor que recibir, sino porque tu pareja responderá animosamente a tus actos de servicio. Y cuando esto suceda, estarán más cerca uno del otro como nunca antes lo estuvieron. ¿Por qué? Porque la calidad de la relación depende de cuánto se suplen las necesidades de ambas partes.
No hagas responsable a tu pareja de tus frustraciones. Hazle saber que vives bien a su lado. No la critiques. Aliéntala. No desapruebes sus acciones o intenciones. Bríndale aceptación y sé su mayor apoyo.
No esperes que tu esposo/a sea como tú. No proyectes tus exigencias en el desempeño de tu pareja. “¿Acaso no quieres que la vida de casado sea un lugar en el que puedas disfrutar al expresarte con libertad y crecer dentro de un ámbito seguro en el que recibas aliento aun cuando fracases? Tu pareja también lo desea, y el amor te da ese privilegio”, Lawrence Kimbrough.
Ustedes son seres únicos, con personalidad única y, en el matrimonio, se pueden acercar hasta hacerse uno solo en alma y espíritu, pero sin perder la individualidad.
Celebra las diferencias. “Dios sabía que iba a haber un lugar en su plan para los introvertidos y los extrovertidos, para los que piensan y para los que sienten, para aquellos que planean las cosas y para aquellos que son espontáneos. Él hizo que algunas personas fueran soñadoras y, otras, se contentaran con las cosas como están. ‘Diferente’, no significa automáticamente ‘equivocado’”, Mich Temple.
Concéntrate en las fortalezas. Es más fácil ver la paja en el ojo de nuestro cónyuge que ver el palo en el nuestro. Aumenta tu habilidad para valorar los aspectos positivos de tu pareja. Adquiere el hábito de admirar los atributos de tu esposo/a y pasa por alto sus debilidades (siempre y cuando no sean fallas morales o de carácter que hieran la relación).
Afirma a tu cónyuge. Las parejas que hacen de la afirmación un hábito de vida tienden a incrementar el sentido de valía personal logrando a la postre el cumplimiento de las metas. “La afirmación se convierte en un proceso para animar al cónyuge, lo que provoca que éste utilice todos sus recursos para lograr el más alto nivel de productividad y creatividad”, Fim Conway.
“Afinidad, aceptación, autenticidad y asistencia, son todos ingredientes importantes en la receta de las relaciones ricas; pero la afirmación, bueno, permíteme decirlo así: ese es el condimento. No querrás prescindir de eso”, Lee Ostrobel.
Desafío matrimonial
“Amar es encontrar en la felicidad del otro tu propia felicidad”, Gottfried Wilhelm.
- Piensa en la necesidad más grande de tu pareja. Demuestra tu amor diciendo “sí” a esa necesidad, sin que te lo pida.
- ¿Sabes qué libro le gustaría leer a tu cónyuge? Adquiérelo y léele un capítulo cada noche o mientras toma un baño y se relaja en la bañera.
- Levántate más temprano y prepara un desayuno atípico o cocina una comida internacional para tu pareja.
- ¿Qué debilidades podrías pasar por alto sin que afecte la relación?
- Ten una charla de corazón a corazón y, en un momento, pregúntale sinceramente: “¿en qué puedo ayudarte?”.
- Ora a Dios pidiendo un espíritu de celebración. Podrías inspirarte en las palabras de Proverbios 5:15 y 19:14. “Gracias Señor porque entiendo que mi cónyuge es tu especial regalo para mi vida. Celebro y me alegro en tus bendiciones que llegan por medio de mi pareja”.
- Finalmente, ¿cuándo fue la última vez que le dijiste a tu cónyuge lo importante que era para ti? Jamás des por sentado que sabe cuánto la amas. Todos y cada uno de nosotros necesitamos que nos lo digan de vez en cuando. Así que díselo.
Extraído del libro “Casados y felices”