Esclavitud sexual: una nueva tiranía

Todo consumidor habitual de pornografía presenta períodos de abstinencia en los que equivocadamente cree que las ganas por consumir nunca regresarán pero la tentación vuelve con mayor ímpetu para arrastrarle por senderos que jamás imaginó transitar. El siguiente testimonio lo ilustra muy bien.

 

Hace 4 años que estoy casado y una semana atrás mi esposa me atrapó consumiendo pornografía. Todo comenzó en la adolescencia. Pasé gran parte de ella llenando mi cabeza de imágenes sexuales producto de las revistas que veíamos con mis amigos. Luego, miraba películas eróticas que muy pronto se transformaron en pornográficas. La masturbación me acompañó desde entonces. Al principio lo hacía una vez a la semana, luego todos los días y mi comportamiento llegó a ser tan enfermizo que hubo tiempos en que me masturbaba hasta cinco veces al día. Mi vida entró en una picada vertiginosa. Tuve mi primera novia, intenté seducirla para tener relaciones y ella me abandonó. Avergonzado y con ánimo de revancha tuve sexo con una prostituta. A partir de ese momento el desenfreno fue total. Pornografía, fornicación, lujuria, todo formó parte de una vida miserable y triste. Ya no podía más. Compartí mi historia con un consejero espiritual que me ayudó y por unos meses estuve sobrio. Al tiempo me casé. Mi esposa es muy atractiva y al principio me satisfacía por completo. Pero fue solo por un tiempo. Mi viejo problema recrudeció cuando por cuestiones laborales pasé varios meses solo, en otra ciudad. Me costaba estar en comunión con Dios y esto de la pornografía era fuerte. Me volvió a atrapar y me gustó. Regresé a la masturbación. Recorría las calles de la ciudad simplemente para ‘mirar’ mujeres. Me repetía a mí mismo que no hacía nada malo. Pero una cosa fue llevando a la otra y cuando me di cuenta estaba en la cama con una mujer que no era mi esposa. Me sentí sucio. Prometí no volver a hacerlo. Pero el deseo por lo prohibido creció al punto que la infidelidad se transformó en un hábito de vida. Estaba cebado. Mentía descaradamente y llevaba una doble vida sin culpas. Terminé haciendo cosas que nunca imaginé que haría. Me di cuenta que había cruzado todos los límites cuando me acosté con la mejor amiga de mi esposa. Siempre pensé que eso era cosa de degenerados. Necesito recobrar mi cordura.

 

El consumo de pornografía es progresivo, no creas que se detendrá porque apagues la computadora o dejes a un lado el celular. Todos los consumidores con el tiempo terminan aceptando y practicando cosas que jamás hubieran imaginado. Así sucede. El consumo de pornografía provoca una creciente obsesión por ella. La sed se vuelve insaciable. Las fantasías sexuales inundan la vida y se emplea una gran cantidad de energía mental en los pensamientos sexuales.

 

La persona impulsada por la lujuria pierde todo sentido de pudor, recato y decencia (aunque se muestre muy pudorosa y recatada) interiormente es un volcán de sensualidad hambrienta de placer. Progresivamente hace concesiones en su integridad y toma riesgos para vivir sus deseos. Salomón describe el hechizo hipnótico de la tentación sexual: «Lo rindió con la suavidad de sus muchas palabras, le obligó con la zalamería de sus labios. Al punto se marchó tras ella, como va el buey al degolladero, y como el necio a las prisiones para ser castigado; como el ave que se apresura a la red, y no sabe que es contra su vida, hasta que la saeta traspasa su corazón», Proverbios 7:21-23.7

Perder la presencia del Señor por tu obstinación con el pecado es dilapidar el tesoro más valioso de tu vida, pues de ahí mana la vida y toda bendición. No será fácil recuperarlo y solo el Señor sabe cómo juzgará tu pecado, pero no juegues más. No basta con que hayas dicho que crees en Cristo, recuerda que tienes que producir frutos que glorifiquen al Padre, Juan 15-1-11.

 

¿Estarías dispuesto a volver a empezar?

Estamos absolutamente seguros de que has luchado silenciosamente con tu sexualidad. Luego de mucho tiempo, quizás años de negaciones, ocultamientos, vergüenzas y las más diversas manipulaciones, finalmente ha llegado el momento de poner límites al modo en que vives tu sexualidad. Y si crees que puedes esperar, que todavía puedes ‘disfrutar’ del pecado estás más mal de lo que supones. Tu ceguera es total y tu futuro muy oscuro.

El camino que conduce a la integridad sexual es un viaje largo, pero que te abre las puertas a la bendición de Dios; riguroso, pero efectivo a la hora de cambiar tu destino. No evites el trato de Dios. Búscalo de corazón y de manera persistente. Comprométete con tu restauración. Para que el proceso sea de continuo avance deberás tomar medidas radicales. Un compromiso apático o un “casi sí” no es suficiente. Toma la decisión de encontrar la libertad de toda atadura al pecado sexual sin escatimar esfuerzos.

Hoy, si así lo decides, será tu gran comienzo y el día en que tus sueños vuelvan a cobrar vida. El cambio puede resultar penoso pero los resultados serán gloriosos. Aunque tu situación se vea mal, tu pronóstico es de lo más alentador. ¿Y cómo lo sabemos? Porque si te unes al Señor tu restauración está asegurada. Serás libre. La trampa en la que estás se romperá. «Como las aves, hemos escapado de la trampa del cazador; ¡la trampa se rompió, y nosotros escapamos!», Salmo 124:7 (NVI).

Eso significa dar lugar a la fe en Dios. Los que conquistaron naciones y cambiaron realidades fueron los que se atrevieron a salir del calabozo de su depresión y angustia para elevar su alma al Señor. ¡Atrévete! Hay un futuro brillante para aquellos osados que le arrancan a la vida lo que Dios quiere darles como premio a su fe.

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