Todas las mujeres, en más o en menos, suelen sentirse extenuadas o frustradas frente a las vicisitudes que la vida les presenta, sobre todo si las dificultades o conflictos se relacionan con la familia, ya sea en el vínculo de pareja o en relación con los hijos.
¿Sabes una cosa? Es normal que te sientas así. No tienes que disculparte por estar triste o angustiada. No intentes dar explicaciones si te sientes superada por las circunstancias, pero no adoptes una actitud de víctima. ¡Por favor, sigue adelante! Aunque sufras, recuerda que tu situación actual no es tu destino final, sino una estación más en el camino; seguramente no deseada, no pensada y por supuesto no disfrutada, pero no te aferres al dolor, ¡suéltalo! Anímate a avanzar. En el futuro próximo está la estación del gozo, sí, ¡esa repleta de vida y alegría; con momentos de cansancio e interminables rutinas, pero con el corazón lleno de fe y rebosante de expectativas!
Y aunque los problemas y las adversidades forman parte del paquete de la vida, no existe el dolor permanente ni la prueba eterna; siempre queda la esperanza, siempre queda un mañana de gozo aunque ahora parezca lejano. ¡La situación actual cambiará, los traumas desaparecerán, los miedos huirán y volverá a reinar el deseo de progresar y la paz en el hogar! ¿Cómo lo sabemos? Porque Oseas 2:15a dice: «…convertiré el valle de la Desgracia en el paso de la Esperanza» (NVI 1999), o como lo expresa la versión PDT: «…transformaré el valle del Desastre en una puerta de esperanza». ¡Qué maravillosa promesa! Y no es hombre el que la dijo sino el Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.
Tu perfume quedará por mucho tiempo
Si bien es cierto que cada niño/a tiene su personalidad, también resulta indiscutible que toda madre moldea la vida de sus hijos; por eso decimos que tu perfume quedará por más tiempo que el frasco que lo contiene. ¡Tus hijos y nietos te recordarán por muchos años más de los que vivas! Deseamos de todo corazón que camines cada día con una sonrisa en tu alma para que quienes te recuerden lo hagan con nostalgia, desafiándose a vivir como tú has vivido; a servir como tú has servido y a amar como tú lo has hecho.
Anhelamos que todos los que amas te recuerden como la mujer más importante de sus vidas. Sí, querida, tú tienes una capacidad que desconoces. Dios confía en que serás la máxima expresión de su propio amor. Él sabe que puedes lograrlo; no en tus fuerzas sino en las suyas. ¡Basta de mirar tus propios recursos cuando tienes disponibles los ilimitados tesoros del cielo! No te recrimines tus debilidades o errores pasados; en lugar de ello, contempla Su perfección, disfruta Su cercanía y ansía Su Presencia. ¡Hoy tienes que ponerte en pie y dar lo mejor de ti! ¡No te quejes aunque lo desees con el alma! ¡No te acobardes aunque la vida parezca llevarte hacia atrás! ¡Sigue adelante!
¿Cómo hacerlo? Tu enfoque es la clave. Siéntate, como te recomendamos, cinco o diez minutos de reloj en un sitio tranquilo, varias veces al día y solo di: «Te amo Señor. Ayúdame. Ven a mi encuentro. Gracias». No necesitas usar palabras grandilocuentes, Dios no se impresiona por nuestro lenguaje. Puedes emplear esos minutos para hablar, pero también puedes permanecer en silencio. En ciertas ocasiones, mientras el espíritu se comunica con Dios, lo único que nos queda es derramar lágrimas que Dios cuenta y recompensa.
El epicentro de esos encuentros es Dios mismo. Permite que tu alma se aquiete. Poco a poco, por la repetición de este acto, sentirás más cercana la presencia del Señor .
Hola Jesús, soy Juan
Se cuenta que cierto hombre, a principios del siglo pasado, había perdido a su familia y todo cuanto poseía en el gran incendio de San Francisco. Solo le quedaba su fe y había decidido mantenerla. Dormía en callejones oscuros o en algún lugar que los patrones de turno le ofrecieran. Como ya era anciano le costaba encontrar empleo y, como consecuencia, qué comer. Sin embargo, sin faltar un día entraba a un pequeño templo, se quitaba la gorra y desde el último banco decía: «Hola Jesús, aquí estoy, soy Juan y vine a visitarte». Esperaba unos minutos, se colocaba la gorra y luego se perdía en la oscuridad de su vida. Ese invierno fue el más crudo de los últimos veinte años. Dormir a la intemperie afectó gravemente su salud y lo internaron en un hospicio para indigentes. Nadie iba a visitarlo. Pasaron los días y su semblante desmejoraba. De pronto, al entrar la enfermera lo vio feliz, por lo que le preguntó qué había ocurrido: «Hace un rato vino Jesús a visitarme. Entró vestido con resplandor y gloria, vi su majestad y sentí su amor, ¡fue magnífico!», contestó el hombre. La enfermera inquirió: «¿y qué le dijo?». La respuesta fue: «Hola Juan, aquí estoy. Soy Jesús y vine a visitarte».
Dios no se olvida de los tiempos que pasamos con él. Nunca pienses que esos minutos son una pérdida de tiempo; en realidad son una inversión en tu futuro porque Dios es amor, sublime amor, que quiere derramarse sobre tu vida.
¡Dios te ama! El mal pasará, el Señor te reivindicará y la herida sanará. ¿Cómo lo sabemos? Efesios 1:3 dice: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, el cual nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo», (SRV2004). La provisión ya fue hecha, los recursos han sido dados y los milagros desde el cielo han sido soltados. Todo lo que necesitas ya es tuyo.
Extraído del libro “Madres que afirman, hijos que prosperan”