Cómo enfrentó Jesús el desánimo

Jesús mismo sintió el peso del desánimo: “¡Ah, generación incrédula y perversa!”, respondió Jesús. “¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes y soportarlos?”, Lucas 9:41.

Jesús se sintió decepcionado por sus discípulos. ¿Por qué? Porque no pudieron echar fuera un demonio. ¿No tenían la autoridad para hacerlo? Claro que la tenían. Unos versículos atrás, en Lucas 9:1 leemos: “Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios…”. Entonces, ¿por qué no pudieron echar al demonio? Dejemos la respuesta por un instante y pensemos en el contexto de este incidente.

 

  • El ambiente espiritual era adverso.

En los primeros nueve capítulos del Evangelio según San Lucas observamos a Jesús enfrentándose vez tras vez con demonios, culminando esta activa oposición satánica cuando se topó con una legión (8:26-30). Lo curioso es que después que Jesús envía a sus setenta discípulos a evangelizar, el ambiente espiritual es transformado y Satanás derrotado, según Lucas 10:17-20.

 

  • Los líderes religiosos conspiraban contra Jesús para matarlo.

“Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle…”, Lucas 4:28-29.

 

  • Juan el bautista tuvo dudas acerca de Jesús como el Mesías.

“Y llamó Juan a dos de sus discípulos, y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?”, Lucas 7:18-19.

 

  • Los discípulos no tenían amor por los perdidos.

Mientras Jesús enseñaba a la gente, los apóstoles sugirieron despedir a la multitud. ¡Ellos querían tener la exclusividad con él!, Lucas 9:10-17. En otra oportunidad, cuando los samaritanos rechazaron el testimonio de los discípulos, Jacobo y Juan quisieron pedir fuego del cielo para que los consumiera, Lucas 9:51-56.

 

  • Los discípulos no entendían la misión de Jesús.

En el monte de la transfiguración todo era gloria y revelación. Los discípulos querían permanecer allí. Jesús tuvo que reconvenirlos. Era necesario descender para compartir el evangelio con los perdidos, según Lucas 9:28-36. Evidentemente había sobradas razones para que Jesús se sintiera frustrado. ¿Cómo enfrentó Jesús el desánimo?

 

  • Se enfocó en la misión. “Es abundante la cosecha, pero son pocos los obreros. Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha que mande obreros a su campo”, Lucas 10:2 (NVI). La acción vence al desánimo. ¿Te sientes desilusionado, abatido o decepcionado? Enfócate en el cumplimiento del propósito de Dios para tu vida.

 

  • Escogió a otros discípulos para que llevaran las buenas noticias de salvación, relata Lucas 10. La evangelización es la mejor manera de tratar con la depresión y la desilusión. Si estás en un tiempo de adversidades y tu ánimo decae, ocúpate en suplir las necesidades de otros, en llevarles vida y salvación.

 

Los setenta discípulos enviados a predicar el evangelio cumplieron fielmente las órdenes del Maestro. Como resultado, Jesús se regocijó. Unos momentos atrás habíamos visto a Jesús desilusionado. Ahora, unos versículos más adelante (Lucas 10:21), lo vemos feliz y gozoso. ¿Qué estrategia cambió la desilusión de Jesús en alegría y gozo? La evangelización. Si quieres arrancar una gran sonrisa de Dios ocúpate de anunciar el evangelio. No solo que lo pondrás contento, sino que habrás vencido al diablo: “Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre”, Lucas 10:17.

 

Había una gran diferencia entre la actitud de los doce apóstoles y los setenta discípulos. Los primeros rechazaron las multitudes y mostraron una gran apatía hacia las necesidades de la gente. En cambio, los setenta se interesaron genuinamente por los perdidos.

La evangelización desarticula al infierno, constituye una amenaza para Satanás y neutraliza cualquier estrategia tendiente a robarnos la efectividad del ministerio.

 

Ora a Dios para que te muestre la persona a quien le compartirás el evangelio esta semana. Decídete a hacerlo sin perder la oportunidad. Disfruta de antemano la alegría y el gozo rebosante que experimentarás en tan noble tarea.

 

 

Extraído del libro “Lágrimas que sanan”

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