He aquí algunas características:
1. La pornografía reduce a sus protagonistas a meros objetos para el placer. No hay espacio para el amor, el apego, el respeto o cualquier consideración personal porque justamente la pornografía vende sexo despersonalizado. Los actores separan la práctica sexual de la vida afectiva.
2. Se produce para estimular al que mira. Alguien dijo que la realidad del matrimonio no puede competir con la fantasía de Internet.
3. Se privilegian los atributos anatómicos. Importan los tamaños, los récords, el número de personajes implicados, las posiciones y la intensidad de los orgasmos.
4. No existe la conversación antes, durante o después del acto sexual. La pornografía debilita la búsqueda compartida del placer en el matrimonio. La exposición recurrente a la pornografía genera el deseo por esas mismas experiencias, que se intentan imitar aun con el descontento de la pareja. Se dice que mucho de lo que ocurre en la alcoba matrimonial se debe a ‘la escuela pornográfica’, sólo que no es ‘tan perfecto’ ni ‘tan excitante’ como lo que se ve en la pantalla, de modo tal que, poco a poco, vacía los espacios íntimos por comparación.
Dios diseñó la sexualidad para que fluya a partir de una relación de amor e intimidad que nutre, en la que hay comunicación, cosas en común, servicio, romance y ternura. Cuando se cultivan estos valores en el matrimonio se despierta el interés sexual. Sin embargo, el uso de la pornografía provoca un cortocircuito. Reduce la dimensión sexual del matrimonio a un acontecimiento atlético, biológicamente inducido y, con el paso del tiempo, ya no se hace mucho énfasis en la parte del matrimonio relacionada al amor. Una vez que éste se elimina de la relación, el corazón y el alma de la sexualidad marital desaparecen. La mujer comienza a sentir que abusan de ella, y el hombre comienza a sentirse frustrado y vacío. Creer a esta altura que una nueva posición, una nueva actividad, mejor aún, una nueva pareja podrían aliviar la frustración y el vacío personal es una falacia que conduce irremisiblemente a un nuevo grado de decepción y a un escalón más hondo en el camino de la perdición, Bill Hybels.
Lucha por tu integridad sexual o muere en el intento, pero no te rindas. No renuncies a lo que Dios te ha dado. Realiza tu máximo esfuerzo. La Biblia dice que a un GRAN ESFUERZO le sobreviene una GRAN BENDICIÓN (Hechos 4:32-33 SRV y NTV). Quizás tú digas: «Estoy haciendo todo lo posible por mantenerme enfocado en Dios… o estoy haciendo el esfuerzo por mantener mi santidad y ganar la batalla de la integridad sexual… o mi gran esfuerzo es mantener a mi familia unida… o salir de esta adicción… o lograr la restauración de mi matrimonio», o quizás tu esfuerzo sea superar las dudas y vencer los temores que te visitan a menudo. Cualquiera sea tu esfuerzo la palabra que tenemos para decirte es: ¡A TU GRAN ESFUERZO LE ESPERA UNA GRAN BENDICIÓN!