El mundo secreto de la pornografía

El mundo secreto de la pornografía

Bill Hybels, en su libro Los cristianos en una cultura enloquecida por el sexo, escribió que Dios diseñó la sexualidad para que fluya a partir de una relación de amor e intimidad que nutre, en la que hay comunicación, cosas en común, servicio, romance y ternura. Cuando se cultivan estos valores en el matrimonio se despierta el interés sexual. Sin embargo, el uso de la pornografía provoca un cortocircuito. Reduce la dimensión sexual del matrimonio a un acontecimiento atlético, biológicamente inducido y, con el paso del tiempo, ya no se hace mucho énfasis en la parte del matrimonio relacionada al amor. Una vez que éste se elimina de la relación, el corazón y el alma de la sexualidad marital desaparecen. La mujer comienza a sentir que abusan de ella, y el hombre comienza a sentirse frustrado y vacío. Creer a esta altura que una nueva posición, una nueva actividad, mejor aún, una nueva pareja podrían aliviar la frustración y el vacío personal es una falacia que conduce irremisiblemente a un nuevo grado de decepción y a un escalón más hondo en el camino de la perdición.

Internet se ha convertido en un hervidero de sexo en el que los consumidores se contentan con mirar; pagan por ver y se excitan sin tocar.

Las personas que luchan con problemas sexuales han aumentado exponencialmente en los últimos años. La mediatización de una sexualidad libertina junto a la gran disponibilidad de pornografía son las causas de innumerables historias de dependencia sexual.

 

¿Qué ocurre en el cerebro?

 

La pornografía genera placer y activa en el cerebro el sistema de recompensa segregando altas cantidades de dopamina (hormona asociada al placer). El deseo de experimentar esa sensación de excitación y satisfacción asegura la continuidad del consumo y produce en muchos casos dependencia o adicción. “Los adictos se vuelven progresivamente más preocupados con la ‘fijación’ sexual hasta que ésta pasa a ser central en sus vidas. En la medida en que la obsesión sexual toma más control de la vida de la persona, ésta necesita gastar cada vez más tiempo y energía en la actividad sexual para mantener su nivel de excitación”, Anne Schaef. En otras palabras, se necesita aumentar la cantidad de horas de consumo además de mirar pornografía cada vez más extrema para asegurar la excitación. Pasado un tiempo esto no será suficiente. Se deseará algo más oscuro, más degradante, más prohibido y más maligno. Por último, sin medir las consecuencias, el único propósito será satisfacer la lujuria.

El Dr. James McGaugh, psicólogo de la Universidad de California, ha probado que cuando alguien observa algo chocante, estimulante, excitante, como podría ser un accidente o la exposición accidental a representaciones pornográficas, una hormona llamada epinefrina es liberada a la corriente sanguínea y va inmediatamente al cerebro, fijando esa imagen a su mente. El Dr. Víctor Cline, psicólogo clínico de la Universidad de Utah, ha dicho lo siguiente: «Si uno vuelve vez tras vez a exponerse a material de esta naturaleza (pornográfico), poco a poco llegará a tener una biblioteca pornográfica en su mente de la que no podrá librarse. Estará ahí, lista para recordarse, aun cuando esa persona no lo quiera. Existe una gran cantidad de evidencia que sostiene que muchas desviaciones y perversiones sexuales son aprendidas, y una de las formas de aprendizaje es el exponerse a material pornográfico. Es difícil olvidar, ya que la persona tiene dentro de sí una librería de material antisocial».

Un adicto a la pornografía de muchos años con el que estamos trabajando dijo: «Ya no necesito ver pornografía para estimularme, todo está aquí adentro» y señalando con el dedo índice su cabeza repetía: «Está todo aquí y esto es lo que me tortura y no me deja vivir en paz».

 

Por todo lo expresado hasta ahora queremos proponerte una revolución espiritual. Solo si te embarcas con decisión férrea y perseverancia extrema será posible ver tu sexualidad transformada por la presencia de Dios.

Lucha por tu integridad sexual o muere en el intento, pero no te rindas. Pelea con todas tus fuerzas y con el anhelo sincero de verte libre de las garras del pecado sexual. No te excuses en tu debilidad para seguir pecando. No renuncies a lo que Dios tiene preparado para ti. Realiza tu máximo esfuerzo.

 

La Biblia dice que a un GRAN ESFUERZO le sobreviene una GRAN BENDICIÓN (Hechos 4:32-33 SRV y NTV). Quizás tú digas: «Estoy haciendo todo lo posible por mantenerme enfocado en Dios… o estoy haciendo el esfuerzo por conservar mi santidad y ganar la batalla de la integridad sexual… o por mantener a mi familia unida mientras salgo de esta adicción». Cualquiera sea tu esfuerzo la palabra que tenemos para decirte es: ¡A TU GRAN ESFUERZO LE ESPERA UNA GRAN BENDICIÓN!

 

Extraído del libro “GPS sexual, camino a la santidad”