Después de la infidelidad – Parte II

Después de la infidelidad – Parte II

La familia seguía en pie. Dios los había cubierto. Bob había tenido el valor de perdonar y cubrir.

Lo que quedaba ahora era resucitar el amor perdido. ¿Cómo se hace? ¿Cómo se rescata un matrimonio devastado por la infidelidad y la traición? ¿Cómo se protege un matrimonio apaleado por el engaño? Bob y Audrey tienen la respuesta: “La clave es aprovechar el verdadero amor en su fuente sobrenatural, que es Dios. Esto requiere humildad, honestidad, entrega y obediencia a diario; permitir que Dios te lleve en tu propio viaje personal hacia la plenitud. Amar como Cristo amó es imposible si uno no está conectado a la fuente. No es natural. Todo es sobrenatural”.

La prueba final para Audrey fue perdonarse a sí misma. Por mucho tiempo creyó que debía seguir siendo castigada por lo que había hecho. En el fondo creía que no merecía ser totalmente libre; hasta que un día renunció a estar aferrada a ese pensamiento y aceptó el perdón divino sobre su vida.

Dios quiere llegar a las grietas más profundas, al dolor más intenso y sanar por medio de su amor incondicional. El veneno ponzoñoso de la amargura y la culpa se retirarán y llegará la plenitud. Si necesitas recibir esta gracia, ¡tómala para tu vida! Está disponible en este preciso instante. Acude a la cruz y deja que el amor de Cristo te cubra y te sane.

La liberación total de Bob y Audrey llegó cierta noche, cuando un pastor ministró profundamente a sus corazones. Bob rompió con una imagen mental que el diablo había edificado, en relación al momento en el que su esposa había concebido al bebé. Eso no lo dejaba dormir; lo torturaba por las noches. Dios liberó a Bob. Por su parte Audrey aceptó perdonarse a sí misma y reconocer que también podía ser libre de ese castigo. “Esa noche nos fundimos en un abrazo y lloramos. Ese abrazo fue único. En ese momento significativo, se recuperó el amor verdadero y sin mancha. Era una libertad como nunca antes habíamos experimentado. Después del proceso de perdón radical, Audrey instantáneamente se sintió segura y a salvo de nuevo, por primera vez en años”.

El testimonio de Bob y Audrey debe alentarte a creer que la restauración es posible. Dios sí perdona y sí restaura. Él rescata y sana a las personas quebrantadas y las libera a un futuro prometedor. ¡Ten esperanza! Él puede sacar belleza entre las cenizas, alegría de la tristeza y del llanto gran risa. Bob y Audrey dicen: “No importa que tan dolorosa haya sido la crisis por la que han tenido que atravesar, ustedes todavía pueden tener un matrimonio de ‘tierra prometida’. Si ambos están dispuestos a pagar el precio pueden tener un matrimonio más pleno del que tuvieron hasta ese momento”.

De la decisión que cada cónyuge tome depende el futuro. Siempre habrá dos opciones: exponer, culpar y terminar para siempre la relación o luchar por la restauración de matrimonio. Nosotros abogamos por la restauración. Debes luchar por tu familia y el futuro de tus hijos, ¡vamos, lucha por los sueños que alguna vez tuvieron juntos!

El matrimonio de Bob y Audrey volvió al trabajo pastoral y a sus audiciones televisivas. Por supuesto, no fue fácil. Muchos no creyeron que ellos podían ser restaurados en semejante ministerio. Especialmente ella fue descalificada por varios miembros del personal. Es posible que la crítica te golpee duro. Es posible que aquellos que estuvieron a tu lado te abandonen pensando que estás descalificado para el trabajo. Hay personas que simplemente no crean que la restauración completa pueda ocurrir en un matrimonio que ha sido sacudido y devastado por el adulterio.

Sí, es posible, pero Jesús no te abandonará. Los que pretendían ajusticiar a la mujer adúltera dejaron de incriminarla cuando Jesús los retó a escuchar la voz de su propia conciencia: “Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”, Juan 8:7 (NVI). Y dice la Biblia en Juan 8:9: “Al oír eso, los acusadores se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los de más edad, hasta que quedaron solo Jesús y la mujer en medio de la multitud”. Cuando quedó sola, Jesús estaba a su lado para consolarla y darle un nuevo comienzo.

No te dejes vencer por lo que otros piensan, no dejes que la opinión de los demás te destruya. La orfandad, la desdicha y la desesperanza no son tu porción en el futuro. Este es el momento de permitir que la gracia de Dios sea la que determine una nueva dirección para tu vida. Lo que tú eres no está definido por lo que la gente diga, lo que tu pasado diga ni por lo que el diablo diga. Tú puedes recibir la gracia inmerecida de Dios. Él es el único que puede determinar tu futuro. No es cuestión de merecimiento, si lo merecieras no sería gracia. Es gracia porque no se merece; se recibe. Tú eres lo que Dios determina. Tú sigues siendo la “niña de sus ojos” y eso es lo que verdaderamente vale.

Si tu matrimonio está roto o a punto de romperse, el testimonio de Bob y Audrey debería darte esperanzas. La restauración de Dios está disponible para cualquiera que la necesite y esté dispuesto a pagar el precio. Por supuesto que requerirá la participación de los dos, porque si uno no está dispuesto es poco lo que se puede hacer, solamente orar. Pero aun con ese “poco”, puedes luchar. “Nada es imposible para Dios y si oras nunca sabes lo que puede ocurrir. Dios puede torcer el curso de los acontecimientos y cambiar hasta la situación más imposible. No importa dónde estés ahora, Él puede levantarte más alto de lo que estuviste una vez. No importa cuán destituido estés, Él te puede rescatar; no importa cuán roto, Él puede restaurarte; no importa cuán atado, Él puede liberarte. ¡Él es Dios Todopoderoso, creador del cielo y la tierra, nuestro Redentor…!”.32

No existe adversidad que no pueda vencerse si dos seres humanos están dispuestos a perdonarse completamente, sin permitir que el pasado controle el futuro.

Dejemos que ellos resuman con sus propias palabras esta gran enseñanza: “Siendo el Buen Pastor que Él es, el Señor nos ha llevado de manera segura a través del valle de sombra y de muerte, a través de la miseria y el dolor, de la angustia y la tristeza, el enojo y la amargura, el rechazo y la vergüenza, de regreso a la ‘tierra prometida’ de amor y luz, de misericordia y gracia, de perdón y redención. Él nos llevó desde el árido desierto de la duda y la devastación hacia los fértiles valles de la garantía de confianza y humilde dependencia de Él. En el camino, Él nos abrió nuevas dimensiones de su naturaleza y carácter que nos han puesto en asombro sobre la grandeza y la majestad de nuestro Dios como nunca antes. El enmendó nuestras esperanzas destrozadas y restauró nuestros sueños rotos para que hoy, contra toda lógica y expectativas humanas de que suceda lo contrario, Audrey y yo disfrutemos de un matrimonio más fuerte, mejor y más brillante con amor y vida como nunca antes. Y esto no tiene nada que ver con nosotros, tiene todo que ver con Él”.33

 

Extraído del libro “Que tu matrimonio no se arrugue”