Yo fui travesti…

Nací el 4 de septiembre de 1972 en una familia correntina; mi padre, un esforzado comerciante que pasaba mucho tiempo fuera del hogar, mi madre, una mujer que sufrió muchísimo, trabajaba casi todo el día. Soy el hijo varón deseado, mi hermana un año mayor que yo y, luego de diez años, otro hermano del que muy poco recuerdo.

Nos criamos en manos de empleados hasta los  6 u 8 años. Recuerdo que mi padre, por su creencia religiosa, no quería comprar una TV; nos dio todo: desde el primer tren de vías hasta las muñecas más caras. Siempre teníamos lo ultimo en juguetes, aunque muchas veces nos faltaba compañía; nosotros hacíamos de todo para poder ir a mirar TV en lo de un vecino, quien, cuando yo tenía  cinco años abusó de mi y con amenazas y extorsión psicológica mantuvo estas prácticas conmigo, y dudo si con mi hermana también.

Todo empezó a cambiar para mí;  mi comportamiento y reacciones; recuerdo que lloraba en el baño de mi casa, sangrando, y no podía pedir ayuda alguna; mi mayor temor era que mis padres se dieran cuenta de que su hijo varón pensaba distinto. Mi padre decía que a los enfermos mentales, down u homosexuales había que matarlos; cualquier cosa menos un hijo diferente.

En el colegio tenia graves problemas de conducta e integración.

Mi madre se sometía sin decir nada, aunque tengo que reconocer que muchas veces trataba de protegerme de mi padre; él era una persona que ejercía el poder y la fuerza ; a causa de mi mal comportamiento y mi rebeldía fui sometido a todo tipo de castigo.

Mi rebeldía y odio crecían a cada instante y eso hacia enfurecer a mi padre. Tengo el recuerdo de no querer dormir a horario y a su llegada tuve que dormir en un pasillo de la casa, aterrado por la oscuridad; tenia siete años.

Todo tenia que ser como él creía que era lo mejor. Salíamos en familia y teníamos que ser los chicos “10”; siempre me causó terror que mis padres supieran que, con 10 años, me gustaba ser mujer, pero odiaba a los hombres. En mi pieza empecé a construir un mundo diferente; el único lugar donde me sentia contenido. Colocando sábanas en ventanas y puertas, telas y decoración que improvisaba; me ponía vestidos y tacones; creaba películas en que yo era la heroína.

Muchas veces me ponía una peluca vieja y un traje de fiesta de mi abuela y corría por el patio mientras todos dormían la siesta; como si me sintiera preso y en peligro y alguien viniera en mi ayuda.

Terminé la primaria con mucho esfuerzo porque me costaba involucrarme con los demás. Creo haber cambiado tres veces de escuela y cinco veces de turnos.

A los trece años me escapaba por el techo, por el fondo de mi casa que daba a una cancha de fútbol y podía salir con una bolsa de ropa de mujer y me iba a los boliches de gente  entendida (travestís, lesbianas y lo que se te ocurra).

Desde los trece años tomaba anticonceptivos,  para cambiar mi figura y la voz y para eliminar vellos. Me vestía y comportaba como mujer pero no quería contactarme con ningún hombre. Era entrar a esos lugares vestido como un joven común, correcto; pantalón de vestir, camisa muy prolijamente planchada, el cabello con un corte americano y transformarme en una rubia platinada con medias de red y tacos muy altos, ropa de la más exótica y seductora; así hasta las 6 de la mañana y luego de vuelta al baño y la transformación llegaba; salía del lugar como antes, un hombrecito. Casi nadie podía reconocerme. Y esa fue mi vida durante tres años.

A los quince años conocí a un hombre de la secta Rosa Cruz y a partir de entonces, todo cambió .

Me prometió “el oro y el moro”. Me fui de mi casa para instalarme en un conventillo sucio y de mal vivientes donde mi padre fue a buscarme y se encontró con Luz Charlote Villarreal, mi nombre de pila. Casi murió, me encerró en una pieza a tratarme con neurólogos, psicólogos y todo lo que termine con “ogos”. Fue lo peor, estar encerrado prisionero y medicado; mi tristeza llegó al intento de suicidio. Me escapé de ese lugar, viajando con este hombre que había conocido, con la promesa de hacerme una mujer de verdad. Traté mi cuerpo con todo lo que te podes imaginar: hormonas: silicona; todo parecía cambiar; no más disfraces, sino ropa de mujer comprada en los mejores lugares, mi pelo creció, mi cuerpo cambió, mi aspecto fue diferente.

Parecía lo que siempre soñé pero no fue así; me internaron en un cabaret, cerca de una ruta donde se me obligó a prostituirme; el único momento en que me sentía bien era cuando hacía cuadros de show y striptease.

Luego tomaba tragos y tragos de whisky por noche. Fue un infierno el trato y la humillación que sentía al entrar en esas habitaciones de color rojo y acostarme sobre el acolchado .

Como era menor, me cuidaban mucho para que la policía no me viera.

Con la ayuda de un camionero que se había apasionado conmigo, escapé. Vine al Chaco donde conocía una travestí ya de muchos años en el ambiente , Noelia; fui dando vueltas por todos lados. Un día decidí perderme de todo e ir a Buenos Aires.

Empecé a trabajar en un cabaret, de una conocida vedette: “Contramano”.

Hacia show imitando a Lisa Minnelli o a la Chicholina –la conocida política de Italia. Presentaba un monologo y luego striptease.

Todo parecía un cuento de Cenicienta, pero al apagarse las luces y cesar de los aplausos, entraba en una ciénaga oscura y estrecha.

Escribiendo mi historia hoy, recuerdo mi imagen llorando frente al espejo al quitarme el maquillaje porque me sentía solo, triste y vació en el cuarto de hotel. Empecé a concurrir a un templo umbandista. Por problemas con la policía,  me dijeron que tenía que irme por un tiempo de Buenos Aires. Fui a Brasil a tener un encuentro con los umbandistas.

De regreso me encontré solo en el Chaco con muchos problemas, las esquinas estaban llenas de travestis; era difícil moverse libremente, había que pelearla y ganarse los lugares.

La policía hacía racias casi todas las noches, vivía entre peleas y corridas con la policía, aunque muchas veces arreglaba con ellos por plata o sexo; cada tanto me llevaban preso. Empecé a pisar fuerte en la esquina de la plaza 25 de Mayo, Mitre y Alvear. Por mucho tiempo  mi vida era un ida y vuelta de aquí para allá. Me propusieron ir a Formosa a trabajar y hacerme conocer en el ambiente. Me contrató el dueño de un bar para hacer espectáculos de transformismo, pero como era muy mujer para lo que ellos buscaban, fue un fracaso; formé pareja con un joven que me cuidaba cuando trabajaba; un amor por conveniencia.

Tuve la propuesta de hacer viajes de contrabando al Paraguay; a siete Km. De la salida está un camino o terraplén llamado la MAROMA, donde se traficaba droga.

Empecé a vender y consumir de todo, era dinero fácil y mucho.

Yo pensaba establecerme, juntar plata y salir de todo. Pero no fue así, caí preso en Paraguay. Fui victima de las peores torturas físicas, sexuales y qué decir de las emocionales.

La misma persona que me entregó, me ayudó a salir, poniéndome un abogado quien tramitó mi libertad. Se cobró el tramite con todo lo que tenía, casa, coche y todo.

En el Chaco convivía con una vieja amiga,  Noelia(Daniel); era difícil convivir en su casa, su papa había sido un pastor que se alejó por problemas y su madre una mujer que sufría por la elección de su hijo.

Por un lado me encontraba con la noche y por otra con la Biblia; sufría de depresión aguda y de tristeza.

No me podía encontrar conmigo mismo por causas abiertas y prostitución. Caímos presos “Noelia” y yo en la alcaldía de Resistencia. Parecía todo una película: al llegar al lugar no sabían dónde ponernos; fue un revuelo; al entrar en la parte de contravención, nos encontramos con 40 presidiarios prendidos de las rejas gritándonos de todo.

No era fácil ver llegar a una morocha de 1,80m. muy voluptuosa y una rubia semidesnuda .

Creo haber recorrido toda la alcaldía, desde la construcción que estaba en refacción, iba del comedor central hasta la enfermería. Fuimos abusados por presos, forzados a estos encierros con 18 presidiarios, ladrones, homicidas. Hasta la humillación de tener relaciones con los policías, quienes comercializaron con nosotros. Nos conseguimos dos aliados o custodios, ellos nos propusieron ser nuestros guardaespaldas. Deseaban tener relaciones  con nosotros y como nos negábamos  nos atacaban con puntas, trozos de hierro, o agua hervida. Un día nos enteramos de que estos dos buenos hombres, estaban presos por haber matado a un escribano a 17 puñaladas por desencuentros amorosos, ya que este era homosexual. Te podés imaginar no sabíamos si dormíamos con el enemigo.

Pasamos una de las navidades más fuertes; pude ver presos tatuados llenos de marcas y antecedentes, prendidos de las rejas de la ventana, llorando; algunos se cortaban con hojitas de afeitar;  al salir de la cárcel me encontré sin dinero y sin un lugar adonde ir; estaba muy triste y solo quería morir.

Intente suicidarme a los dos días de salir de la cárcel y fui internado en el hospital. No sabían como tratarme; algunas enfermeras eran amables pero en los pasillos era todo un susurro,  sin que faltaran aquellos que me trataban como el peor enfermo de SIDA. Sólo tenia algunas cortaduras y me había desangrado mucho.

Al tiempo me encontré con mi amigo que les hable como no tenia donde ir, me dijo que su papa murió y su mama y hermanos vivían con el. Me mude y Empecé a pensar que tenia que volver a soñar en que podía volver a vivir como la familia hingals los de la TV, quería ser una mujer común con una familia un hijo y hasta un perro. Empecé a trabajar en la casa como peluquera durante la noche atendía una hot line, llamadas por teléfono eróticas.

Conocí una niña que su mama la abandono y la criaba cómo a una hija, todo parecía color rosa y hasta tuve un perro de raza que me regalaron por el primer año de pareja.

Un día, 17 de julio de 1995 me invitaron a asistir a una obra de teatro “El hijo prodigo”, en una iglesia . Primero tome a chiste pero para esta mujer no fue así, a la tarde me designaron a trabajar en la línea y fue a mi encuentro en su auto, esta mujer y su esposo la madre de mi amiga y la nena que criaba. Me insistieron mucho así que fui. Un cuadro no muy usual , una familia de la iglesia y yo, una rubia con satén transparente, minifalda, baton y zapatos de charol negro.

Me acomodaron en la 3 fila parecía que todo iba a estallar . Creo que esperaba un detonador; una bomba hubiera sido  mejor que lo que me pasaba en ese momento. Empezó la obra y se parecía mucho a mi historia; llore y sentía algo muy especial . El pastor  dio una palabra que quedó resonando en mi mente: “Dios pagó un precio por vos que ningún hombre pagó”. Y estas palabras resuenan hasta hoy en mi vida.

Cuando la obra terminó, la gente del lugar me saludaba muy amable, con mucha atención y hasta con un  beso en la mejilla.

Todo  me parecía extraño, en mi interior algo sucedió, no lo sé explicar.

Pasaron los días y parecía que todo era igual, un día yo tenía un encuentro en un hotel del centro con alguien a quien había conocido hacía unos años y que era muy generoso conmigo; algo sucedió en aquella habitación del lujoso hotel, yo no podía estar con esta persona, sentía mi cuerpo estallar, se me llenaron los ojos de lágrimas, le pedí disculpas y me encerré en el baño. No sé cuanto tiempo estuve ahí en un rincón con las rodillas en el mentón y mis brazos rodeando mis piernas.

Al salir del baño miré a mi alrededor y él ya no estaba; había dejado dinero sobre la cama. Entonces fue cuando una voz llenó la habitación: “Hay alguien que pagó un alto precio que ningún hombre podrá pagar”

Corrí por las calles como loco, tomé un colectivo que me llevaba a mi casa, lloré y lloré al  llegar todo estaba vació, nadie estaba allí. Me fui a lo de la hermana que me llevó a la iglesia y  en ese lugar estaban orando por mí. Fue muy especial, desde ese  momento tomé la decisión de que Jesús entrara en mi corazón.

Una vida empezaría desde ese momento. Todo cambió en mi; un cuerpo de liberación  se encargo de respaldarme espiritualmente, fui contenido por personas encargadas de tratarme en sanidad interior o sanidad del alma, ya que los cambios fueron difíciles; tomé la decisión de cambiar mi aspecto físico, ya que lo mental y emocional había cambiado.

Fue difícil el proceso . Tuve que quemar todas mis cosas de mujer. Fue duro ver todo en el patio de mi casa, amontonado, rodeado de fuego.

Desde ese momento me cambié a la casa de un matrimonio que me ayudó espiritual y emocionalmente; deje las drogas y el alcohol.

Dios obro en mi vida de una forma extraordinaria; fue sanando mi cuerpo, mis órganos sexuales y restauró mi mente y mis sentimientos.
Ahí pude encontrarme conmigo mismo. En 1997 me casé con quien hoy es mi esposa; con ella construí con la ayuda de Dios una familia; en 1999 tuve un regalo precioso: una hija hermosa y muy especial, Esperanza, una niña que llena mi corazón de alegría. Años mas tarde, en el 2002, nació Misael, mi hijo varón, el compañero del papá. Juega muy bien a la pelota.
Doy gracias a Dios eternamente y creo firmemente que El puede transformar vidas, es una realidad. Pude  formar una familia; tengo una esposa que es compañera y amiga, y mis hijos que me llenan de felicidad.

Gracias a mis pastores y amigos, que me ayudan también a crecer día a día.

“Restauración Sexual”

Si quieres comunicarte con Benjamín puedes enviar un email a benjamin_daitters@hotmail.com